19 de noviembre de 2007
Abyei, el corazón de Sudán
No me di cuenta que habíamos llegado a la ciudad de Abyei hasta que me dijeron que ya estábamos ahí. No podía adivinarlo porque, lo único que veía, era un mar de chozas que se perdía en la distancia. “Un pueblo grande” pensé. No, eso ya era Abyei.
¿Y este es el lugar donde esta el corazón de Sudan?, Me pregunte en silencio. Y así es. Por las circunstancias históricas recientes, la guerra dejó a Abyei, como el punto más al sur del norte y más al norte del sur. Una ciudad pequeña que fue, casi que completamente, abandonada durante la guerra. Hoy la gente se precipita por volver, y esto, por muchas razones: porque quieren hacer de esta ciudad un modelo de lo que podría ser el sur, ese país que se inventa todo los días; porque es la mayor ciudad de la región petrolera y porque ese es un punto de concentración de grupos de pastores y ganaderos considerablemente prósperos y poderosos en Sudán.
Así que, de repente, toda la atención de este enorme país de 2 millones y medio de kilómetros cuadrados (o sea dos veces y media el tamaño de la Argentina, y no uno, como me habían dicho antes), de 32 millones de habitantes (que no se donde están porque, fuera de los ocho o diez en Khartoum, no se los ve en ninguna parte), se concentra en esta pequeña ciudad donde se puede decidir que en los meses que vienen, habrá paz o la continuación de la guerra, dependiendo de lo que pase. ¿Y que es lo que tiene que pasar? Sencillo. Tiene que haber luz, agua, escuelas, gente con trabajo, pasto para los animales, espacio para que los agricultores siembren sin pelearse con los ganaderos, mujeres bonitas y solteras para casarse... Todo eso tiene que pasar. Es por eso que nosotros vamos ahí; no a encontrar mujeres para casarnos, sino para llevar la luz. Vamos a instalar un generador y a reparar el tendido eléctrico que, por viejo y por la guerra, dejó sin luz a Abyei. Porque finalmente la paz en Sudán no se dará por conferencias o acuerdos, sino cuando todo el mundo tenga para comer...
En la ilustre ciudad de Abyei viven 5 mil familias distribuidas en 5 bomas o barrios, de los cuales solo 3 tienen red eléctrica aunque no funcione. Que ya es un problema. Tiene además solo cuatro casas de construcción sólida: el colegio de niños, el de niñas, la oficina local de coordinación de ONG del ministerio del interior y la oficina de la comisión local de rehabilitación y desarrollo. Ese es otro problema. Lo que si tienen son 25 campamentos (compounds) prefabricados que albergan a organismos donantes. También, es un problema. Todo lo demás son chozas que es donde vive la gente, la gente de verdad, la gente de Abyei y la gente que, día tras día, no cesa de llegar.
¡Ah! y burros. Burros por doquier, que se pasean por las calles, o más bien, por la avenida principal, por el mercado que esta en la avenida principal, por los “restaurantes” y las tienditas, que como ya pueden haber adivinado, también están en la avenida principal. Los burritos, esos típicos, pequeñitos, sobre los cuales se pasean los árabes de las fotos, duermen atravesados en la calle principal y miran con cara de “que impertinente despertarme a esta hora” cuando pasas cerca.
Lo también tiene esta ciudad es gente extremadamente alta... y bella, especialmente mujeres, que parecen tener fama de ser bonitas. De hecho, nos explicaron el proceso contable para poder pretender una mujer, es decir, para comprar una mujer. Básicamente para casarse hay que dar una dote en ganado, correspondiente al valor de la mujer. Y he aquí la escala: el precio, perdón, el valor base de una mujeres de 27 cabezas de ganado, o sea de vacas. Si la mujer es alta, son 20 vacas más. Si tiene un espacio entre los dos dientes delanteros, que aquí es considerado un signo de belleza, son 10 vacas más. Si su piel en más clara, 15 vacas más. Y así, de detalle en detalle, se va llegando al “nivel de esfuerzo necesario para conseguir a la mujer de los sueños”. Así, estamos hablando de mujeres que pueden costar 300 cabezas de ganado. Ahora bien. La moneda tampoco es cualquier moneda; hay una escala. Se prefiere ganado de colores claros, blanco o marrón claro y no ganado negro, porque esos son más difíciles de vigilar de noche. Me imagino que, si pagas con ganado negro, debe haber un recargo por concepto de riesgo en la operación (¡!!)
Cuando hablo de ganaderos, no hay que imaginarse a los actores de bonanza ni de las telenovelas mejicanas: estos son negritos, altos si, para poder vigilar el ganado por encima de los altos pastos de la región, me imagino, vestidos sin mucho más, sin ostentaciones de riqueza como en las películas sobre el África. Pero lo que no te dicen es que están forrados en plata. Es gente que tiene entre 500 y 2,000 cabezas de ganado y a veces más, en particular, los que tienen más de una mujer. Y si, porque aquí también hay gente pobre y gente con mucha pasta, se verán negritos, no muy bien vestidos que cuidan a su ganado caminado tras sus vaquitas. Pero, curiosamente, cuando no están en eso, están en sus 4x4 camino a la capital, o en Londres!
Nosotros, como buenos latinos, herederos de ese “querer aparentar” que nos inculcara el Quijote o el Lazarillo de Tormes, podemos no tener un duro, pero eso sí, camisa y jubones lujosos, aunque estén gastados. Por eso me resulta difícil entender que, cuando hablo y miro la pinta de “trabajador agrícola” de “Fufu”, - el contratista dueño de la constructora que hace la casa para las oficinas de la nueva compañía eléctrica (y la 5ª construcción sólida de Abyei)-, me resulte difícil creer que también esté construyendo edificios en Khartoum y que me hable de su último viaje a Londres y sus estudios en Europa. Evidentemente, le importa un bledo la camisa nueva y el jubón...
Y si, aquí hay gente rica, gente pobre, gente miserable y gente con plata... como en todas partes. Pero también corrupción, funcionarios incompetentes, médicos poco éticos que juegan con tu salud, y policías buenos, amigos de la comunidad. Hospitales miserables y clínicas súper modernas y caras. Y sino, hay también gente que se va a tratar al Cairo, a Ryad o a Londres, después de todo esta fue colonia británica.
Pero así como hay gente con plata que la usa para todo ese consumo, hay gente con plata que no sale de su lugar: el comerciante o el pastor que tiene su dinero invertido en ganado, que lo usa para conseguir a sus mujeres y quien sabe que otras cosas más. Porque en un país donde no hay juego ni alcohol, ni prostitución, en realidad no hay como gastarse la plata. En Egipto la gastan en comida y joyas, pero aquí todos son delgados y no muy arreglados, excepto en la capital.
El día que pasamos en Abyei, tuvimos reunión con la directiva de la futura compañía eléctrica; un grupo de personas bien vestidas, que después averigüé, trabajaban todos para oficinas locales del gobierno central u organismos internacionales. Todos habían estado afuera en algún momento de sus vidas. También me reuní con la gente que estaba ahí como parte de programas de cooperación de las NNUU, todos gringuitos, mal vestidos y malolientes, recién salidos de la universidad y que veían esta aventura en Sudán como su gran comienzo de carrera, de su carrera internacional. “Que mundo”, pensaba yo acordándome de Discepolo; que mundo al revés.
Al anochecer fuimos a comer al mejor restaurante de la ciudad, una carpa, ya lo adivinaron, en la calle principal y a buscar fruta que no conseguimos, para el viaje de regreso temprano a la madrugada. No hay fruta en Abyei, solo carne, queso y pan.
A la madrugada siguiente, salimos a las tres y media de la mañana, para hacer, en 7 horas, los 500 Km. de camino recto, lleno de aves incrustándose contra el parabrisas y de polvo que nos llevaría al aeropuerto de Kadugli, para tomar el avión de regreso a Khartoum, solo parando una vez, para poder “poner la inyección” que es la manera “metafórica” como le llaman al hacer pis.
Abyei, noviembre 12 de 2007
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