12 de febrero de 2009
Gibraltar: el estrecho que une dos mundos
La región que se extiende al oeste de Tetuán, 60 Km. de costa, que va hasta Tánger, me hizo comprender la diferencia que existe entre una barrera y un puente. Toda esa región es lo que se conoce como el “Estrecho de Gibraltar”.
Los Andes, tal como se presentan por ejemplo en Chile y Argentina, constituyen una barrera. Es una enorme muralla que se yergue como un obstáculo para cruzar de un lado al otro, y que hay que salvar de una manera u otra. Eso era muy claro hace 50 años, cuando no había conexiones aéreas, y Chile quedaba totalmente aislado de Argentina (y del resto del mundo) durante el invierno, cuando la nieve cerraba el paso por las montañas. Bueno, Gibraltar, o el estrecho de Gibraltar, del cual se dice que “separa” África de Europa, cuando se le recorre y conoce resulta evidente que, más que una barrera, es un verdadero puente.
Gibraltar, o “Djebel al Tarik” (Cerro de Tarik), como muchos deben saber, toma su nombre por Tarik, el conquistador de España en 711. Lo que no muchos saben es que Tarik no era árabe sino Amazigh o berebere, que eran los pobladores originales de las montañas de Marruecos. Djebel significa cerro e indica la prominencia mayor en la región, el famoso peñón de Gibraltar.
A la altura de Tetuán y Ceuta el estrecho tiene ocho kilómetros de ancho y en Tánger trece. O sea que todo el tiempo se esta viendo la costa al otro lado…y por lo tanto lo que esta pasando en ese otro lado. Bueno, eso era antes, porque ahora el “otro lado” ya esta de este: España, en más de una manera, se tomó el norte de Marruecos.
Saliendo de Tetuán por la carretera de la costa, hacia el oeste, lo primero que se encuentra es el famoso palacio de verano del rey, donde va a hacer jet ski. Es por eso, además que, Tetuán, de ser una ciudad sucia y dormida en las montañas del Rif (que es el nombre de esa cadena montañosa), se transformó en una moderna urbe por donde pudiera pasar el rey sin sentirse avergonzado por ver pobreza y suciedad. Y no exagero. Todo el mundo me confirmó que el progreso de Tetuán se debe a eso: por la pasada del rey por ahí para llegar a su palacio de verano, o al menos uno de ellos.
Luego de ese punto, el palacio del rey, solo se ven modernos conjuntos habitacionales del mas puro estilo “mediterráneo”; “Casa del Sol”, “Hotel La Playa” y otra cantidad de nombres, todos ellos en español, que le hacen a uno cambiar radicalmente de panorama. Ya no estamos más en Tetuán, en ese mundo fusión entre España y el norte de África. Ahora estamos en plena Costa del Sol, Costa de Oro u otro de los balnearios que, del otro lado del estrecho, acogen a cientos de miles de turistas de toda Europa. No será de extrañar que algún día a toda esta región se la conozca con el nombre de “Costa” de alguna cosa.
Y así, súbitamente estamos en Europa, sin haber cruzado ninguna frontera, caminando por rutas europeas, con señalización europea y construcción típicamente mediterránea, Española, hasta que llegamos a una frontera. De la nada y luego de una curva en el camino, asoma una península con un paso fronterizo en su entrada: Esta en Sebta, o Ceuta como se le llama en español. Y eso si que es España.
Súbitamente estamos frente a una frontera en pleno territorio Marroquí. Si, porque Sebta (voy a respetar la ortografía del país huésped) es un “enclave” español desde hace siglos, en esa parte de la costa nor-africana. Sebta, junto a Melilla (cerca de la frontera con Argelia) eran inicialmente puertos de comercio, refugio de piratas, en fin, de todo, que durante siglos impuso la presencia de España, luego que los “árabes” (que en realidad no eran tales sino Marroquíes, bereberes y otros, fueran obligados a dejar el territorio peninsular, como todos sabemos, dejando tras ellos su civilización.
De esta manera la entrada a la península donde se encuentra Sebta, ciudad pujante, esta cerrada por una barrera migratoria tan difícil de franquear como el aeropuerto de Barajas en Madrid. Con decir que a mi, por el hecho de haberme detenido a mirar el lugar (y tomar a la distraída algunas fotos), vino la policía a preguntarme que estaba haciendo ahí y que por favor circulara. De alguna manera me hizo pensar a algo parecido que viviera en la zona del canal de Panamá cuando aún estaban los gringuitos en control.
Entrar a Sebta implicaba una demora tan larga que desistí, a pesar de mi pasaporte comunitario. Seguro que lo iban a mandar a investigar para saber de donde mismo nomás era, como dicen en Ecuador; es decir, si era falso o verdadero. Porque en esos lugares todo puede pasar, y de hecho pasa... y no es solo contrabando. Sin embargo la gente sigue haciendo filas interminables para entrar en Sebta a trabajar o a comprar cosas de origen europeo aunque me decían que recientemente, con la política de libre importación de un gobierno marroquí, deseoso de ser aceptado en la comunidad europea, ya casi todo se consigue en Tetuán o en Tánger.
Así que no me toco más que seguir mi camino hacia Tánger, por la “ruta de los molinos de vientos”, pero del siglo XXI, que coronaban la cima de esas increíblemente hermosas montañas que rodean el mediterráneo con sus masas calcáreas, creando una vez más esa fusión entre lo moderno y lo tradicional que caracteriza a este país.
Hacia mucho tiempo que no me sentía tan subyugado por un paisaje, como el que tenia ante mis ojos. Ya habíamos salido nuevamente de la zona “turística europea” y la ruta, un camino angosto y sinuoso, aunque pavimentado, pasaba ahora por pequeños caseríos y poblados al borde del mar, con sus niños en calzoncillos bañándose en pequeñas calas, o playitas rocosas, teniendo siempre al frente… Europa.
Pero, como todas las cosas en esa parte del mundo, esta romántica ruta, súbitamente, y luego de una curva del camino, se ve “perturbada” nuevamente por otro “acontecimiento civilizatorio”: El puerto modelo de Tánger, el que, a unos 30 Kms. de Tánger pretende ser la puerta de entrada para el comercio de Europa a esta parte del mundo. Y como todas las cosas de nuestra civilización occidental, tan funcional y horrible que del impacto se me olvido tomar fotografías. Y de eso si que no me arrepiento.
Así que seguí camino, sabiendo que estaba ya cerca de Tánger y de todas esas historias de mi infancia y juventud.
Me acuerdo que cuando vivía en Buenos Aires, en mi juventud, una expresión común para indicar que una persona estaba al “fondo del hoyo” era decir que iba a “terminar en una zanja en Tánger”. Eso era porque los cómics de la época, esos de detectives y crímenes y aventuras de antes que llegara la tele, en su ultimo cuadro pintaban siempre al “malo de la película” (que afortunadamente siempre perdía, no como ahora), muerto, en una zanja, con el brazo estirado y la mano retorcida en un espasmo final. Nosotros, todo lo que hacíamos, era solamente ubicar la escena…en Tánger…ese lugar perdido en el mapa, del que solo me separaban ahora 20 kms de un paisaje hermoso, colgado de una montaña, bañada por el mediterráneo y mirando de frente a Europa, casi con orgullo.
Llegar a Tánger, por lo menos por la Ruta de Tetuán, es una verdadera desilusión!
Uno que pensaba en llegar a esas calles tortuosas con gente en las zanjas con los brazos extendidos y las manos crispadas, se encuentra con lo que vi: Edificios súper modernos bordeando esas playas súper sofisticadas, en fin nada que ver con lo que tenía en mente.
Recorrí esa parte de la ciudad en silencio ya que me encontraba en un lugar que no tenía nada que ver con nuestros sueños de juventud romántica. Esa parte de Tánger es to-tal-mente moderna. Pero no moderna, moderna. Es moderna como Dubai, como Singapur, en fin; muy pero muy moderna. Y uno entonces se pregunta: ¿Y que pasó con el Tánger de la “zanja”, con el Tánger de esas películas de los 50 que hicieron historia?...
Afortunadamente existe la paciencia y la perseverancia… Seguí mi camino hasta que llegue al puerto donde por lo pronto me perdí. Me perdí en sus callejuelas y recovecos por donde apenas podía pasar el carro. Y así, de repente, me encontré con un mundo totalmente diferente…el mundo que yo esperaba: Tanger, o Tingis (Tanjah en arabe), ciudad fundada en el siglo V A.C. por Fenicios de Cartago, usando el nombre de Tingis o Tinga, diosa muy popular entre los bereberes de aquellos tiempos (lo que demuestra que estos estaban ahí antes que nadie más), diciéndome “¡aquí estoy con toda mi historia y mi fascinación! Y ahí me encontré con Tetuán, con Rabat, con Fez con todo ese Marruecos que había estado recorriendo. Ahí estaban las películas de los 50 la gente en la zanja con el brazo estirado…y la arquitectura francesa de la colonia junto con la influencia española de fines de la colonia. Porque Tánger es todo eso, es Humphrey Bogart, la legión extranjera y Gauddi en una sola película…y eso es lo que hace el “charme” de Tánger…como siempre.
Tánger, si Neruda lo hubiese conocido, seguro que habría escrito un poema sobre el. Si, porque Tánger se parece de alguna manera a Valparaíso. No solo por las montañas que caen directamente sobre el mar dejando apenas un par de calles de plano para asentar el puerto, sino por ese aspecto arrabalero de sus calles colgadas en cerros cargados de leyendas, historias y misterios. Todo es posible en esa ciudad…o a lo mejor no. Pero sin conocerla a fondo, y sin haber vivido ahí, todo parece posible. Por eso, cuando uno recorre sus calles uno no puede dejar de imaginarse historias, que son por lo demás confirmadas por el ambiente que en ellas se respira: Trafico de droga, trata de personas, de emigrantes clandestinos y otras que hacen a su fama desde la antigüedad.
Pero, como todas las cosas, Tánger tenía que quedar atrás… Así que seguí mi camino regresando a Rabat, dándole la vuelta al cabo, la punta, el lugar donde el Atlántico se encontraba con el Mediterráneo: el Cabo Spartel y las Columnas de Hércules, que ese era el nombre que los Griegos le dieron a Gibraltar en la antigüedad. Ya había salido de la fascinación del mediterráneo y me encontraba nuevamente mirando las costas de América, desde la otra orilla.
Marruecos finalmente no es nada de lo que uno se podría imaginar: no hay camellos y no es verdaderamente desierto. Tiene nieve pero no para esquiar. ¡Y ciertamente no son árabes, pero ni por asomo! Son poblaciones que tienen sus raíces pero mucho, mucho antes que los árabes existieran como pueblo o nación. Ahora, lo más interesante es que todas esas mezclas crearon lo que ahora es Marruecos… Y lo más interesante aún es que todo eso que es Marruecos es lo que paso a España y se quedo por 5 siglos, creando eso que es lo que vino a conquistarnos a América; un pueblo mucho más rico en cultura que lo que podríamos sospechar por lo que llegó aquí. Sin embargo, en todo caso para mí es seguro, pero segurísimo que regresaré a Marruecos a explorar esa misteriosa, aún, parte de mis raíces.
En Tetuán: se escribe en español, se lee en árabe y se habla en francés: así es Tetuan
Básicamente Tetuán es una ciudad Española en la costa norte de Marruecos, colgada
en la montaña, mirando el Mediterráneo. En esa región conocida bajo el nombre el Rif, la montaña es una roca calcárea de dramática sequedad, como en Grecia, haciendo más conmovedor y hermoso el contraste con ese azul tan especial del Mediterráneo cantado por Serrat. Además ese lugar tiene una calidad de luz muy especial, descrita y captada por el pintor De Lacroix quien venia especialmente a Tetuán a pintar…
Extraño lugar donde los letreros en las calles, (incluyendo las señales de transito) están escritas en español, se lee árabe (que es el segundo idioma en el que están escritos los letreros) y se habla francés.
No conozco mucho los detalles de la historia antigua de Tetuán. Se que nunca fue formalmente colonia española, pero aun así, me imagino que por estar tan cerca de Ceuta (o Sebta, como se escribe localmente) a 20 Km., que sí es aún un enclave español, la influencia del mundo peninsular esta ahí. Todo el mundo habla español y la arquitectura es totalmente influenciada por la construcción española. Es como estar en Barcelona o en alguna otra ciudad mediterránea. Aunque debo confesar que desde Tesalónica, Alejandría, Marsella, Argel y otras, las ciudades del mediterráneo tienen
algo muy especial que las une en una raíz, una identidad común. Tetuán no escapa a la regla.
Esta ciudad de unos 300 mil habitantes era hasta hace unos 5 años atrás un pueblo dormido, acunado por las montañas que la rodean y sus sueños de pasadas grandezas. Hasta que hace unos años atrás por ahí paso el rey, el nuevo rey, el joven rey. Cuenta la historia que al pasar por ahí la primera vez, y ver la ciudad sucia, vieja y descuidada, mando llamar a las autoridades y les dio el sermón del siglo, amenazándolos con el
fuego eterno si la ciudad no se ponía al día. Y esto porque el estaría pasando muy seguido por ahí, porque Tetuán queda precisamente en la ruta que toma el rey para ir a uno de sus palacios de verano, al borde del mediterráneo a hacer jet ski!
Así que no quedó más que ponerse a trabajar y trabajar para hacer de Tetuán la hermosa ciudad blanca, con su centro español antiguo, su medina y sus barrios modernos que ahora aparecen impecables ante la mirada del rey que sigue circulando por ahí para hacer jet ski. No hay ni un solo papel tirado por las calles de la ciudad, crimen que seguramente se
debe pagar muy caro en ese lugar.
Estuve dos veces en Tetuán; la primera, en viaje oficial, acompañado y guiado por mis colegas del ministerio de educación. Ahí me enseñaron la ciudad, me revelaron las anécdotas e historias que hay que saber y me contaron sobre la medina, el cementerio judío y las artesanías que ahí se podían encontrar. La segunda vez fui solo, porque quería poder conocer más de cerca ese lugar que me fascinara. Y así fue.
En mi primera visita fuimos a la medina, entrando por una estrecha puerta que te
lleva directamente a la parte del mercado de frutas, verduras y carne, de la medina y de ahí enseguida asomo un guía que nos paseó por esta ciudad dentro de la ciudad y nos llevo a unas tiendas de artesanías donde conocí las alfombras de “sabra”, una tela hecha ni más ni menos que de las hojas del agave (o aloe vera), planta con la cual hacen tequila en México y alfombras en el Rif de Marruecos. La segunda vez entre solo a la medina, que al decir de uno de mis
acompañantes en el primer viaje, es un “laberinto de calles llenas de gente”. Normalmente dicen que un extranjero no puede ni debe entrar solo a una medina porque seguro que se perderá. En realidad no es tan cierto, luego de mi experiencia en Fez y sabiendo la lógica que organiza y ordena a una medina, bueno fui poco a poco encontrando mi camino hasta llegar a la famosa tienda de las alfombras de “sabra”. Curiosamente y a pesar de haber entrado
por la misma puerta que la primera vez y de haber estado buscando un guía activamente, ninguno apareció. Era como si el destino lo hubiera hecho a propósito… esto de mandarme solo a confrontar ese lugar. Si hasta los señores de la tienda, que se acordaban de mi, se mostraron admirados que hubiera llegado hasta ahí solo ¿Suerte? ¿Destino? Un poco de los dos talvez.
Otro de los lugares mágicos de esa medina es el cementerio judío. Este es un cementerio pequeño pero lleno de historia ya que ahí vinieron a parar una gran
cantidad de los judíos que fueron expulsados de España por los reyes católicos, y de ahí luego emigraron a América: Venezuela, Colombia, Ecuador y otros países. Tanto es así que anualmente llegan unos 15,000 visitantes de América Latina a recorrer las tumbas del cementerio en búsqueda del nombre de algún antepasado enterrado ahí.
La ciudad moderna es otra joyita. Una joyita arquitectónica de lo que es la concepción moderna de esta, sin perder el sabor mediterráneo, ni la identidad
cultural marroquí, o del Rif, esas montañas, que con su presencia imponente, encuadran el lugar, forzando a pueblos y ciudades a colgarse de sus abruptas laderas y pintare de blanco para poder ser distinguidas del paisaje.
No es de extrañar entonces que la comida consista, básicamente, de platos como la paella, las sardinas en aceite de oliva, el pescado frito y una infinidad de platos y platillos que nosotros consideramos típicos de la comida española. ¿Quien se los habrá dado a quien? Según el dueño del restaurante “Restinga”, donde fui a comer varias veces, ya que era un típico y pequeño restaurante de barrio atendido por un hombre con cara de chef de
restaurante de barrio, fornido, un poco pelado, con bigote y una generosa panza con la que anuncia su llegada a la mesa, en la región, donde pasó tanta gente (se me olvido decir que desde la costa que da sobre el estrecho de Gibraltar, España se ve a 8 kilómetros de ahí) necesariamente las comidas quedaron y se mezclaron y dieron esto que hay ahora y que no se puede decir a ciencia cierta de donde es…
Tal vez el encanto de Tetuán es que no solamente nada se sabe muy bien de donde es, sino que también uno tiene la sensación de estar en un lugar donde todo el mundo es de todas partes. Es parte del
encanto del mediterráneo, esa parte del mundo donde a mi parecer esta germinando una nueva forma de conciencia de la humanidad. En efecto, esa curiosa mezcla de idiomas y de culturas, todas conviviendo armónicamente las unas con las otras, hasta finalmente desarrollar algo más que una convivencia de culturas sino una cultura nueva, más universal, esta generando algo nuevo, indescriptible todavía, pero donde se siente un cierto
potencial de futuro. La energía en todo caso es muy linda.
Por ejemplo, conversando con el alcalde de la ciudad, poco a poco me fui dando cuenta que nunca me hablé en términos de un determinado “nosotros” que es lo que frecuentemente encuentra uno, más aún luego de mi experiencia en Sudan. Nunca hubo un “nosotros” los árabes, los franco parlantes, los blancos, los esto o lo otro. Todo el tiempo se refirió a una comunidad e incluso ni siquiera a la comunidad de la
ciudad, sino a cosas que pasaban en la región y del otro lado del estrecho (o sea España) como una cosa de la cual todos eran parte porque todo eso era lo que conformaba esa unidad e identidad regional, sin mencionar grupos, limites o algún otra cosa que hiciera pensar en algo cerrado. Todo en el indicaba apertura y generosidad como una actitud de vida en su función.
El mediterráneo, que talvez saben ya, esta tratando de estructurarse como una unidad geopolítica, algo así como la unión de los países de la cuenca mediterránea, tiene esa característica, salvo en la dolorosa herida abierta en el borde que da a
Palestina e Israel. Pero, ¿Será algo así que necesitamos desarrollar en otras partes del mundo? Por ejemplo, ¿porque en América Latina, a pesar de las muchas cosas comunes que compartimos, no hemos podido llegar ni remotamente a ese sentimiento de continentalidad o de algo mayor que la óptica pequeña y reducida de nuestros países e incluso regiones? ¿Que es lo que nos falta? Y más importante aún, ¿Por qué nos falta?
Tetuán finalmente resulto ser la puerta a un mundo nuevo que recorrería en los días siguientes; toda la franja que de ahí llega a Tánger, recorriendo el Estrecho de Gibraltar.















Desde el espíritu interior y las Mil Calles de Fez
En realidad son más. Solo en la medina (que en árabe significa ciudad) de Fez, las cifras
varían entre 900 y mil quinientas. ¡Nosotros recorrimos unas 300 calles en tres días! Fez también es conocida como la “capital espiritual’ de Marruecos. Otra capital en ese reino de capitales. Pero esta aun mantiene el prestigio de albergar a la más rancia aristocracia del país. Y aunque el rey y su familia no pertenezcan a esa aristocracia, muchas de las familias poderosas ligadas al régimen vienen de Fez. También dicen que viven las familias más poderosas y ricas de Marruecos. Y con razón. La ciudad esta situada en la región agrícola más productiva: trigo y otros cereales, vino y que se yo…Todos productos foráneos, introducidos por los franceses.
Si hay un lugar social en el mundo, o por lo menos en el mundo conocido digno de ser visitado y tenido en cuenta, ese es Fez. Estambul tiene su mezquita azul, el
Topkapi o la Catedral de Santa Sofía; Cairo tiene las pirámides. Bueno, Fez tiene su medina y las calles que se encuentran ahí…
Entrando uno se topa con una ciudad moderna, un centro financiero importante, con hoteles de lujo, ¡de mucho lujo! Ahí están todas las cadenas, los Hilton, los Sheraton y todo lo demás. Pero a medida que se avanza hacia el centro, el panorama comienza a cambiar. Es como recorrer una cebolla desde la superficie al interior. Y a medida que se pasa de una capa a otra mas profunda, uno comienza a encontrar historia y mas historia, hasta que se llega a un punto donde el carro ya no puede avanzar mas. De ahí en adelante, el recorrido hay que hacerlo a
pie o en burro, para ser mas preciso en “taxi-burro”.
Eso fue, por lo demás, lo que tuvimos que hacer para llegar a nuestro hotel, más bien dicho nuestro “Ryad”. Llegamos a un punto donde el carro ya no pudo entrar por la estrechez de la calle. Y de ahí, todo caminar unas dos cuadras arrastrando maletas, hasta llegar a una pequeña puerta de madera finamente labrada. Tocamos y nos abrieron. Entramos por un pasillo estrecho hasta que llegamos al espacio interior, donde no solo dejamos caer nuestras maletas sino también la mandíbulas.
Nos encontramos con un enorme espacio interior, de unos 7 metros de alto, con una 
fuente en el centro, que funcionaba, puertas de 7 metros de alto, y que se abrían hacia otro espacio interior, todo finamente decorado con azulejos y arabescos en bajo relieve que cubrían la totalidad de las paredes.
Ryad, es el nombre que se les da a las casas de familias burguesas. “Alcazar”, es un palacio, “y “dar” es la casa común y corriente. Eso nos dijeron al día siguiente
cuando nos explicaban los distintos tipos de habitaciones que se
encuentran en la ciudad.
En realidad más que una casa es todo un mundo interior, con su propia terraza donde, luego de subir los 4 pisos que tiene la casa, la gente divisaba la “medina” (o ciudad antigua) sin tener que salir de su propio hogar. Porque la vida en esas casas y en esas ciudades es toda hacia el interior. El ryad no tiene ventanas hacia el exterior. Todas las ventanas de las habitaciones (y de las doy hay muchas) dan hacia ese enorme espacio interior. Y
como es imposible mantener esos enormes caserones, ahora se han transformado en lugares de hospedaje, nada barato, aunque luego descubriéramos que nada es barato...a menos que uno sea de ahí o ande con alguien de ahí.
Muchas veces me dijeron que Fez era la capital espiritual de Marruecos, pero nunca me dijeron por qué. Con el tiempo comencé a darme cuenta que por espiritual no querían decir religiosa, sino que se referían, verdaderamente, al espíritu de ese lugar. Definitivamente ahí es
donde esta depositada la cultura milenaria de ese país, viva y vive expresándose en el día a día
de la medina. Eso lo pudimos vivir y comprender luego de haber vivido tres días caminando por las calles de la medina de Fez acompañados por Kamal, nuestro guía. Si, porque no se puede andar sin guía por las calles de la medina, por lo menos si se quiere poder salir de ahí en un tiempo
razonable.
En esos tres días Kamal nos hizo vivir el espíritu de Fez, caminando por sus calles
desde la mañana hasta la noche. En efecto, son cientos de callecitas, angostas y tortuosas, que se cruzan en un laberinto aparentemente insondable. Pero que con los días, en este caso el breve tiempo que pasamos ahí, fuimos avizorando la lógica que las organiza. De hecho todas están organizadas por barrios; el de los
carniceros (con sus secciones cordero, buey y camello); el de las verduras, el de las flores, las especies, el de los joyeros,
el de las alfombras, las babuchas y zapatos, el del cuero, el cristal, el metal etc. Y así, es una particular callejuela están todos los vendedores de tal o cual cosa. A su vez, los “barrios” están agrupados por un cierto tipo de afinidad. De esta manera, carnes, frutas y verduras, artículos de cocina, cerámica (entre ellas las famosas tajines, usadas para preparar uno de los platos nacionales, la tajine) están próximos, en una zona de la medina. Los metales, cristales, alfombras y muebles, en otra zona. El cuero tiene su lugar especial que va desde el mercado o “Wall Street del cuero”, un lugar donde la gente llega con sus
pieles y las grita y hace acuerdos de compra-venta con señales de las manos, hasta la enorme curtiembre que funciona desde hace siglos en las mismas piletas (al visitante le dan un ramo de hojas de menta para cubrirse la nariz por el olor), para finalmente terminar en las grandes tiendas donde le venden a uno de todo…y legítimamente de cuero y hecho ahí (y no en China, como comienza a ser la costumbre en todos lados).
Todo en la medina esta reglamentado y organizado desde hace siglos. Como por esas cales estrechas no puede circular ni un solo vehiculo,
todo el transporte se hace a lomo de burrito, caballos o mulas. Así los tubos de gas, las cajas de coca-cola o los televisores van de un lado a otro amontonado sobre estos animales quienes además tienen que respetar las señales de transito. Si porque las calles son de un solo sentido, habiendo muy pocas “avenidas” (de doble transito animal), y están claramente señalizadas con letreros con la figura de un burro y una flecha indicando el sentido de la vía. Y contrariamente a lo que sucede en nuestras ciudades, los letreros se respetan. Me toco presenciar el
episodio de un contraventor que se metió en contra-sentido con su burro y toda la gente primero diciéndole que iba en contra vía, para luego pararlo y devolver al animal poniéndolo en el sentido correcto. Es que con la tradición no se juega, por lo menos ahí…
Lo más fascinante de estar en ese lugar, es que en medio de ese aparente caos, donde después de todo reina un gran orden, uno se va topando con pedazos de la historia, en particular de una historia que a nosotros latinoamericanos, herederos de la colonización española, nos toca de muy cerca. No hay que olvidar que durante los 500 años que los “árabes” estuvieron en España, estos “árabes” eran en realidad los pobladores del reino de “el Andalou” que iba desde Marrakech hasta el sur de España, o sea los antepasados
de estos marroquíes que se pasean por las calles de la medina de Fez, vendiendo las mismas cosas (cerámicas, bordados y otras artesanías) que ahora encontramos en America Latina, como resultado de la colonización española. Además de eso nos dejaron en el idioma más de 4,000 palabras hasta ahora detectadas, de origen árabe-marroquí. Ya conocemos almohada, aljibe y alcuza; pero que tal “caraz” (cereza), “sekia” (acequia), “funduk”(fonda), “lana”(oro), tan usada por nuestro lumpen local cuando te asaltan (dame la lana o te acuchillo!), “hartaba”(castañuela, que aquí son de metal) o “zefarad” que significa amarillo,
pero que fue usada para denominar a los judíos de origen árabe-español que fueran expulsados por los tan cristianos reyes católicos de España en el siglo XV. Resulta que se los llamo así porque eran precisamente los judíos los que trabajaban con cobre y oro, metales amarillos o “zefarad”.
Pero también están lugares tales como la universidad más antigua de esa parte del mundo, desde donde se difundió todo el conocimiento matemático y filosófico que alimento el renacimiento europeo; la casa de
Maimonides, famoso filósofo, y científico de la edad media; y la “Clepsidra” que aun funciona en el barrio judío. Saben Uds. ¿Que es una clepsidra? Bueno, es un reloj de agua donde, por canales, se va distribuyendo el agua a pequeños recipientes que, cuando se llenan, vierten el agua a otro mas grande, tocando a la vez una campanita cada vez mas grande para señalar sonoramente los periodos de tiempo! Verla funcionar es absolutamente fascinante.
Y todo eso existe en esa maraña de calles estrechas donde no existen grandes
espacios abiertos, ni perspectivas, ni ventanas y donde la orientación de las calles esta hecha de tal manera que siempre corra por ahí una brisa fresca para que el caminante no se sofoque de calor. Además de las fuentes publicas que hay a cada rato para beber uno y los animales. Y todo funciona tal como ha estado funcionando desde hace siglos. Y si, no es que se hayan
quedado atrás porque ahora en esas mismas calles hay “Cyber-cafés” y televisores y heladeras y toda la parafernalia que caracteriza a nuestro mundo moderno y tecnológico, a nuestra aldea global.
Todo esta ahí, y todo funciona, sin inmutarse y sin alterarse por el paso del tiempo y sin quedarse atrás. ¿Será eso el “espíritu” del que se habla cuando se dice que Fez es la capital espiritual de Marruecos? Espero que si.






















En Meknes: "Cada niño al que enseñamos, es un hombre al que ganamos"





















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