30 de enero de 2008
Khartoum: un gigante con pies de barro
Khartoum es el sitio en donde el Nilo comienza su existencia como tal. La ciudad esta plantada en el centro de la confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul, ríos que juntan sus historias en un cauce común, luego 10 kilómetros en los cuales mantienen sus aguas separadas pudiéndose distinguir, claramente, el agua transparente de uno y la azul del otro.
La forma que tiene el Nilo en la primera parte de su trayecto luego del punto de confluencia, es el nombre que lleva la ciudad, Khartoum, que significa “trompa de elefante”. Un lugar que según dice la historia, siempre existió en tanto asentamiento humano ya que, como confluencia de dos ríos navegables, fue y sigue siendo un importante lugar para el intercambio comercial. Sus formas fueron diferentes: desde un simple puerto en el que se detenían los barcos Egipcios que descendían por el Nilo Blanco cargados de productos obtenidos en el África negra, hasta un pueblito comerciante donde las caravanas embarcaban los productos provenientes de Darfur y traídos de los confines del Sahara, tan lejanos como Nigeria, Malí o Chad, y ahora, una gran ciudad.
La historia es como sigue. Los ingleses, en el siglo XIX, o sea que no hace mucho si tomamos en cuenta el tiempo desde el cual este lugar existe, hicieron de este enclave Egipcio-Otomano (ya que los Egipcios en la época de la expansión del imperio Otomano construyeron un pueblo y una guarnición militar). Una pequeña ciudad colonial, provincial, bien planificada, con calles perpendiculares, parques, una rambla arbolada a lo largo del Nilo Azul y una intersección de calles diagonales con la forma del “Unión Jack” para recordar seguramente quienes eran los amos ahora, ahí. (En la imagen, Tumbas Turcas).
Y así, Khartoum, durante una gran parte de estos “tiempos modernos” fue una pequeña capital provincial, en el “imperio donde nunca se ponía el sol”. Como tal, una encantadora ciudad con frondosos árboles, mansiones con bellos y enormes parques y coquetas casas con jardín para los funcionarios locales. Por sus calles, perfectamente mantenidas, circulaban taxis, carros ingleses impecables y conducidos por taxistas también impecablemente vestidos con jellabas y guante blancos, que te abrían la puerta, te hablaban con cortesía y sabían adonde iban.
Barro, arena y cemento. Hoy en día es una ciudad de casi 10 millones de habitantes, donde lo único que ha sobrevivido es la organización de su patrón urbano. En efecto, a diferencia de todas las demás ciudades del mundo árabe, Khartoum mantiene aun calles perpendiculares y paralelas en su plano urbano. Fuera de eso, la ciudad es por lo menos 20 veces mas grande de lo que fuera en la época colonial inglesa, de la cual solo se conservan los vestigios derruidos y mal conservados de sus antiguas residencias, que forman el centro de la ciudad...y esa intersección de calles formando el “Unión Jack”.
Dicen que, de un extremo al otro, la cuidad tiene unos 50 Km. de largo. Eso nunca lo pude comprobar, porque desde el aire es difícil distinguir las construcciones de barro de las casas de los suburbios, ya que se confunden con el marrón de las arenas del desierto sin que haya ni un solo pedacito de verde que permita ver donde termina el asentamiento urbano y donde comienza el desierto.
Tres en una: congestión y ruido. Es una ciudad ordenada pero congestionada, como si de repente un ataque de progreso y modernización la hubiera atacado, llenándola de carros y edificios en construcción. Nada, o casi nada se encuentra terminado. Todo esta en construcción, o derruido. Pero no se construyen casas sino edificios de 20 pisos. Y muchos. Y todos a la vez, con lo cual la congestión de camiones se suma a la de carros y carretas aun tiradas por mulas, y a los miles de “rikshaws”, motos-triciclos traídas de la India y que son usadas como taxis, conducidos por chóferes improvisados que apenas saben manejar y menos aun, conocen la ciudad. Para tomar un taxi hay que primero negociar el precio, explicando cuan lejos esta el lugar donde se quiere ir, y luego indicarle al chofer por donde hay que ir para llegar a destino.
Khartoum no es una sola ciudad, son tres. Durante su historia se hicieron tres ciudades en tres lugares diferentes, pero que ahora están dentro del radio urbano de una misma ciudad. La primera y que hoy se llama Khartoum Norte, queda sobre el Nilo, es decir al norte de la confluencia del río y fue el puerto fluvial usado por los egipcios desde los tiempos faraónicos. Una segunda creada por el líder religioso musulmán El Mahdi, que combatió a los ingleses a fines del siglo XIX y creó, justo al frente del asentamiento ingles, una ciudad que sería islámica y santa: Omdurman. Esta, por supuesto, no tiene trazado colonial y sus calles, hasta el día de hoy, son un maravilloso entrevero de recovecos y olores que recuerdan los cuentos de las mil y una noches. Ahí, por supuesto, se encuentra el mercado o souk. La primera vez que supe de esta historia fue en una película de los años 60 protagonizada por Charlton Heston y Rita Haworth donde se describe la guerra del Mahdi, que conquistó casi todo el norte de Sudán pero terminó derrotado por las fuerzas del general británico, Gordon, precisamente en Khartoum, en Technicolor y Cinemascope, ambas marcas registradas en esa época.
Y al frente de Omdurmán se desarrolló el Khartoum inglés, una pequeña pero cosmopolita ciudad en la cual cohabitaban mezquitas, iglesias, templos protestantes, una iglesia ortodoxa y una copta cuyos restos subsisten hasta el día de hoy. Todavía persisten los recuerdos de esta ciudad con sus cafés de mesitas en la vereda, bares con músicas de todo el mundo, centros culturales y círculos literarios. Si, porque Khartoum fue un centro universitario que atrajo estudiantes de todo el éste africano y donde se desarrollaron importantes movimientos intelectuales y se creó, en los 50, el partido comunista más grande y poderoso de toda África.
Entre luces y sombras. Pero, y entonces, ¿Que pasó? Básicamente tres cosas. La primera, un periodo de gobierno socialista entre los años 50-60 el cual, por supuesto, rompió el urbanismo provinciano de las mansiones del centro, remplazándolo por enormes mastodontes ministeriales que recordaran al ciudadano común donde estaba el poder. Todavía esa área se llama “el sector de los ministerios”. Luego, a partir de 1989, se instaló en el país un gobierno islámico conservador que se dedicó a lavarle a cara a esta “ciudad del pecado”. Así, se cerraron bares y clubes nocturnos, se confiscó todo el alcohol de la ciudad y se tiró al río. Dicen que aparecían peces flotando, intoxicados hasta 50 Kms río abajo (o río arriba, según como se mire el mapa). También se persiguieron y exterminaron todas las ideas que no fueran emanadas directamente del Corán, y se llenó la ciudad de mezquitas que, a toda hora del día y de la noche, llenan el espacio auditivo con el sonido de las plegarias difundidas por poderosos amplificadores de sonido. Todo eso ha logrado, luego de 18 años, destruir definitivamente el alma de esta ciudad. Y, finalmente, hace nada más entre 4 y 6 años, el boom económico generado por la plata del petróleo, lanzó a esta ciudad en una carrera frenética hacia la metrópoli y el modernismo, financiada con capital chino y desarrollado con mano de obra traída de las Filipinas y Bangla Desh. Todo esto no hizo más que crear un terreno fértil para que germinaran las semillas de las profundas contradicciones que existen hoy en esta ciudad.
Si, porque Khartoum es un gran pueblo, lleno de gente extraña y ahora extranjera. Es una ciudad en donde una profesora es condenada a la cárcel y casi a muerte, por darle al osito de peluche y mascota de la clase el nombre Mohamed. Es un lugar donde, según me enteré, la muerte reciente del joven americano que trabajaba en la AID*, pudo suceder por una venganza familiar porque, aparentemente, tenía amores con una joven local. Es una metrópoli que se llena de hoteles 4 y 5 estrellas ($300 y $400 US noche), donde no se sirven bebidas alcohólicas (caso único en el mundo islámico), y en la que en un restaurante hindú que servía ‘discretamente’ gin and tonic a sus clientes extranjeros, fue multado y cerrado. Sin embargo, también es una ciudad en la que se puede llamar a un número de teléfono –que circula muy discretamente- y comprar todas las bebidas alcohólicas que se deseen y puestas en la puerta de la casa. Sino, ¿como explicar los numerosos accidentes de tránsito que se registraron durante la noche de año nuevo (y que se registran cada fin de semana), causados por personas conduciendo en estado de embriaguez? Quien sabe, también, que otros ‘servicios’ y números telefónicos deben existir... (Imagenes: Puente sobre el Nilo Azul, Venta de gorros, Ministerio de Telecomunicaciones, Ozono, lugar que frecuentan los gringos y Ministerio del Medio Ambiente).
El plan es que no hay plan. Hoy día Khartoum es una compleja maraña de contradicciones. Sus grandes avenidas pavimentadas contrastan con las calles laterales aún de tierra. Enormes edificios en construcción, de los cuales se destaca el hotel de 5 estrellas en forma de huevo gigante que Kadaffi esta construyendo sobre el Nilo Azul, que contrasta con el mercado de camellos que se lleva a cabo en Ondurman dos veces por semana. Su moderno e inmenso aeropuerto, situado en medio de la ciudad, constituye una poderosa fuente de polución sonora, especialmente en la noche, hora predilecta para llegada y salida de vuelos internacionales. Ruido que compite con el de las incontables mezquitas que, por lo menos 5 veces por día, vuelcan sus llamados a la plegaria en sus ultramodernos equipos de sonido.
Y sin embargo, en Khartoum no hay nada que hacer. Yo le había dado el premio de la ciudad más aburrida del mundo a Tegucigalpa, en donde estuve hace 20 años atrás, y en dónde lo único que había por hacer era ir a la única sala de cine todos los días. Bueno, ahora el galardón se lo lleva Khartoum, donde ni siquiera hay cinema. Y si, esta compleja urbe, a pesar de todo el progreso material, aún no ha encontrado algo que darle a sus habitantes. No hay mucho consumo, es la ciudad más cara del mundo, no hay diversión, ha perdido su alma y no tiene personalidad. Lo que si hay es mucho, pero mucho dinero. Con lo cual se demuestra una vez más que el dinero no hace la felicidad.
Feriados pero sin fiestas. Curiosamente, Khartoum es una ciudad que, entre diciembre y enero, esta prácticamente paralizada por los feriados. Este año lo comenzamos con la gran fiesta musulmana del Eid, o fin del Ramadan que es una fecha variable (ya que el calendario islámico es lunar y no coincide con el nuestro que es solar), y que se realizó a partir del 20 de Diciembre y duró 4 días. Luego seguimos con navidad, después año nuevo, que también son días feriados aquí. Cuando ya creíamos haber terminado con los días festivos, siguió la navidad ortodoxa Etiope, que celebró el año 2000 comenzando el siglo XXI, el 7 de Enero. Se continúo con el Día de la Paz el 9 de Enero (que conmemora la firma de los acuerdos de paz que terminaron con la guerra entre norte y sur), y al día siguiente, el 10 de enero, el año nuevo islámico. A esta altura me preguntaba si también celebrarían las elecciones primarias en USA que fueron domingo 14… (En imagen, Iglesia Copta).
Puede pensarse que, como en ‘nuestro mundo’ todas estas ocasiones festivas son un pretexto de celebración para salir a las calle a bailar y comer, aparentemente no es así. Bueno, por lo menos no como nosotros lo vivimos. En esos días las calles están vacías aunque si se escuchaba música a la distancia... Y, de tanto en tanto, fuegos artificiales lo que me hacia preguntar donde seria la fiesta porque yo no veía nada.
Luego me enteré que, como todas las cosas en esta sociedad, si hay fiestas y muy animadas y hasta muy tarde (todo comienza tarde y termina tarde, inclusos los negocios están abiertos hasta la medianoche), pero en clubes privados, en casas etc. La más famosa es la del Club Copto, la religión más antigua de Sudán originada por los primeros cristianos en Egipto en el siglo I DC. Aquí son un grupo poderoso y riquísimo y dicen que las fiestas en el Club Copto son de una opulencia digna de las mil y una noches. Pero, como muchas cosas aquí, nada se puede ver a la luz del día. (Imágen de tejido Museo Etnografía).
Así es, el alma de esta ciudad sigue escondida, esperando tal vez que un día amanezca y se haga la luz... Sudán sigue siendo el país de la oscuridad.
AID* Agencia Interamericana de Desarrollo (USA).
FOTOS Luis Rodriguez - Retoque Digital, Gloria Ortega Pérez.
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