18 de noviembre de 2008

Rabat-Sale: dos ciudades, una monarquía

El aeropuerto de Rabat, la capital de Marruecos, es muy pequeñito aunque dicen que están construyendo uno más grande y moderno. Pero tampoco haría mucha razón de hacer algo así ya que, a media hora de autopista, esta el aeropuerto internacional de Casablanca, ese donde Humphrey Bogard hizo su escena famosa, filmada en Hollywood por supuesto, en un aeropuerto de cartón piedra. En todo caso, lo primero que te recibe es el Rey. Si, porque Marruecos no es una República, es un reino y aquí no hay ciudadanos sino que todos, según lo declara la Constitución de este país, son súbditos, salvo nosotros que somos turistas, o sea “el sueldo del país”, ya que el turismo es la primera fuente de ingresos por aquí. La otra es trabajar para el gobierno. Marruecos es país de 30 millones de habitantes, grande como el Uruguay (¿?), pero donde la ciudad más importante no es la capital. Rabat es una pequeña urbe adormilada frente al océano Atlántico, una de las muchas ciudades que este reino, o este reino de reinos, ha tenido a lo largo de su historia. Dicen que el nombre Rabat viene de la palabra francesa “rabattre” que significa juntar. La explicación es que en ese punto se juntaban las mulas para hacerlas cruzar el río e ir a la ciudad del frente: Sale. Porque Rabat no solo esta recostada sobre el océano atlántico sino que además tiene un río que desemboca al mar en ese punto y que la divide de esta otra ciudad igualmente grande que se llama Sale. Claro que hay que estar aquí para enterarse que de hecho estamos en una aglomeración urbana conocida con el nombre de Rabat-Sale. Es un poco lo mismo que pasa con Washington D.C. Aquí en Rabat vive y trabaja el Rey Mohamed VI, se encuentra el parlamento, las embajadas y por supuesto todas las oficinas internacionales. Es una ciudad parecida a Washington: todos funcionarios, todos con sus casas, y todos queriendo salir de aquí apenas se les presente la primera oportunidad. Y como Marruecos tiene ahora que ser una vitrina, por eso del turismo, entonces están haciendo de esta pequeña ciudad, ex-capital administrativa durante el protectorado francés, la más moderna del África según los entendidos. Así que por todas partes se ven obras: el metro subterráneo y el tranvía al mismo tiempo, nuevos barrios administrativos con ministerios, sectores residenciales para albergar a la masa de funcionarios… Todo eso fuera del centro que aun sigue teniendo los edificios construidos por los franceses, y por supuesto cafés y mas cafés donde los nostálgicos marroquíes van a dedicarse a su deporte favorito: tomar café o te a la menta y hablar mal del gobierno aunque no así del rey. El país esta viviendo una etapa de apertura desde la ascensión al poder del nuevo rey. Luego de 40 años de reinado despótico del anterior, Hassan II, que de todas maneras fue quien llevo a pulso al país al siglo XX (aunque solo a los comienzos del siglo XX), aunque a sangre y hierro. Tal es así que mucha gente aun no se atreve a descolgar de sus casas o de sitios públicos la foto del rey muerto porque, como dicen aquí, “aun muerto hay gente que todavía le tiene temor”. Porque, hay que anotar, todo el mundo tiene la foto del rey (en principio del vivo) colgada en su casa y en lugares públicos. Pero no solo en oficinas ministeriales, también en restaurantes, cafés, el cine, en todos lados, como para no olvidarse de quien es el rey. El otro asunto es que tampoco se habla directamente de él. Se habla del monarca, del poder superior, del de arriba, porque según la Constitución, una vez más el rey es descendiente directo de Dios, y eso aquí no es una broma… De hecho en la oficina de la AID cuando nos recibieron nos pidieron, expresamente, que cuando tuviéramos nuestras entrevistas con el gobierno o con cualquier entidad en el país no habláramos ni del rey, ni del idioma, tampoco de la religión oficial, ni sobre el tema del Sahara Oriental, que aun hoy sigue siendo un tema delicado. El nuevo rey entronizado hace 10 años a los 32 años, resume en su persona un poco lo que esta viviendo el país en general. Nacido en Rabat pero criado en España e Inglaterra, cuando llegó al trono casi no sabia hablar árabe, el idioma oficial de este país. Inmediatamente comenzó a dar más libertades -de prensa, de reunión, de crear mas partidos políticos- y concentró su atención sobre la agenda social, uno de los dramas de este país que, pese a estar a las puertas de Europa, aún tiene grandes características de un mundo subdesarrollado y pobre con una economía agrícola y grandes desniveles sociales (el analfabetismo alcanza al 35%). Además, el rey maneja el mismo su carro, asunto nunca antes visto en este país… Claro que atrás de él van, literalmente, unos 50 carros más: la escolta real, porque de todas maneras, Marruecos es un reino. Y es así como ahora, en todo el país, una nueva atmosfera de esperanza se ha instalado, donde la gente ya se atreve a hablar libremente, los medios son mucho más abiertamente críticos, los políticos más atrevidos y por supuesto, donde todo el mundo le hecha -ahora sí-, la culpa al gobierno… Aunque nunca al rey. Sin embargo la gente aún es seria y algo triste. No se escucha música en la calle, no hay el ruido típico de nuestras ciudades del tercer mundo, pero claro, tampoco hay basura, mendigos, ni criminalidad. Bueno, lo de los mendigos no es tan cierto. Lo que si se ve son personas que vienen del “sur”, de países africanos camino al norte, al otro lado del estrecho de Gibraltar buscando la “felicidad Europea” que se encuentra a solo 14 km de Tánger, pero a 8 kmt en Ceuta o Sebta, como se escribe aquí. Esa gente viene en barquitos bordeando el desierto y entra a tierra en los mil kilometros de costa que tiene Marruecos. Y ahí van subiendo poco a poco, viviendo de la caridad a ver si logran llegar a su tierra prometida. Sin embargo no se les ve en cantidades, sino de a pocos aunque se sabe que son muchos según lo que diariamente cuentan los periódicos cuando informan sobre muertes, naufragios y otras historias de horror que, constantemente, ocurren a lo largo de la costa atlántica y el estrecho de Gibraltar.. Todo eso es Rabat, la ciudad donde, básicamente, vive y funciona la burocracia gubernamental, y la política. ¿Será por eso que se quieren parecer tanto a Washington? De mañana todos salen a correr, a hacer jogging, a las 6 de la mañana como en Washington. Claro, hay muchos parques en Rabat y además esta la costanera que se extiende por kilómetros, así que toda la ciudad sale a caminar. Es curioso porque, como en todos lados, la gente se pone sus prendas de jogging compradas en tiendas deportivas caras, por supuesto, para salir con sus mejores galas. Pero también resulta insólito ver a las mujeres con sus tenis, sudaderas y pañuelos en la cabeza, porque son musulmanas. Incluso las hay aquellas que salen a caminar totalmente tapadas porque también son musulmanas… Rabat es una ciudad de múltiples costumbres. Así como se ven mujeres en la calle completamente cubiertas, también se ven totalmente destapadas y por su apariencia, mujeres marroquíes. Es una versión mucho más atenuada del mundo islámico, tanto o más que el Cairo, y eso resulta menos opresivo a la mirada de un extranjero. Claro que no hay que olvidar que los marroquíes no son árabes. Los árabes ocuparon Marruecos, trajeron su lengua y su religión, pero la cultura es muy diferente. De hecho Marruecos fue poblado por los Cartaginenses, los Romanos y luego por las tribus visigodas que bajaron del centro de Europa. Y eso los marroquíes lo tienen muy presente. Además están los Bereberes, que es otro pueblo de origen no árabe que vive en las montanas de los Atlas marroquíes y argelinos y que representan algo así como el 10 al 15% de la población del país. Más bien resulta interesante ver como la conquista árabe fue asimilada de la misma manera que lo fue luego la cultura y el idioma frances. Pero más sorprendente resulta descubrir todo lo que esa cultura y reino del Andalou (que se extendía desde Marruecos hasta el sur de España), nos transmitió a América Latina. El gusto por la vida, el placer de los sentidos, (a propósito la fruta es deliciosa y como no hay grandes cadenas de distribución llega a los supermercados directo de las granjas), la artesanía y las ganas de comer. Eso sí, la música la pusimos nosotros, aunque ellos hayan sido lo que inventaron las castañuelas, que ahí son de metal. Rabat, como muchas otras en Marruecos, es la yuxtaposición de varias ciudades. En efecto. Dentro de cada ciudad hay otra ciudad, más pequeña, rodeada de una muralla: esas son las “medinas” que son, básicamente, ciudades antiguas fundadas por lo árabes. Y en torno a la medina esta la ciudad moderna, siempre con una parte construida por los franceses durante el protectorado, que uno a veces se pregunta si ya termino. Si, porque, a pesar de la imposición del idioma árabe como idioma nacional, el idioma de la gente en las ciudades sigue siendo el francés. Porque el –o los- idiomas son otro de los problemas de Marruecos. A la llegada de los franceses en Marruecos se hablaba un dialecto local de árabe y Bereber (o Amagzir como le llaman ahora) mas otros dialectos locales, muchos, muchos de ellos tales como los idiomas Tuareg y los de otras tribus nómadas del desierto. Los franceses impusieron el francés que ha sido desde ese momento el idioma de instrucción, con lo cual básicamente los sectores campesinos fueron dejados fuera del sistema ya sea por falta de maestros o por falta de conocimiento del francés. Luego, y eso desde hace no más 10 años, se decreto que el árabe seria el idioma oficial y la lengua de instrucción, pero el árabe clásico, como el que se habla en Egipto, cosa que aquí poco se conoce. ¿Resultado? La gente del campo sigue quedando fuera del sistema y en la ciudad los niños siguen teniendo problemas de instrucción porque no conocen ese árabe. Lo que es peor aun porque, cuando finalmente llegan a la universidad, tienen que pasar todo el primer año aprendiendo francés, ya que ahí el idioma de instrucción sigue siendo el francés. Después de todo, estos futuros profesionales terminaran en las universidades francesas haciendo su especialización. Complicado, ¿no? La mala noticia es que esto no es lo único complicado en Marruecos. En este país hay un talento natural para la complicación. Y yo que pensaba que eso era algo típico de Macedonia. Pero, ¿cómo no va a ser complicado un país que aún es una monarquía de derecho divino, y donde el secretario general del sindicato del partido islámico (los “ultras” de por aquí) aún habla de su majestad y se comporta como todo el mundo frente a este tema? Incluso me toco leer entre líneas para descubrir, sin que en ningún momento lo haya expresado con claridad, que en realidad están a favor de un cambio de régimen y el fin de la monarquía como parte de su visión para “salvar” al país. Vaya uno a entender..

Washington: una ciudad de gente que espera, incluso, "salvar al mundo"

Llegar a Washington DC, el lugar donde todo esto surgió es como llegar al centro del mundo, o por lo menos eso es lo que creen ellos. Washington, o “el DC” (Distrito de Columbia) como lo llaman familiarmente aquellos que son entendidos en la materia, (y que también quieren dar a entender que son “insiders” en ese mundo), es un lugar al que se llega por dos razones: o bien eres turista, en general americano y quieres conocer la capital de tu país, concepto bastante foráneo para la gran mayoría de los americanos que están convencidos que el termino “capital” se refiere a la de su estado (70% de los estudiantes secundarios revelaron eso en una encuesta hace unos años atrás), o bien porque vas a querer salvar al mundo, lo cual también puede querer decir “manejar los destinos del mismo”. Yo formo parte de esta última categoría. He estado viviendo, yendo y viniendo al DC durante los últimos 20 años, básicamente, para seguir en contacto con la gente y organizaciones que me permitan seguir salvando al mundo... Bajo este concepto de salvar al mundo coexisten tres grandes comunidades que encuentran su hábitat en el DC: los políticos americanos que van al Congreso, los políticos extranjeros que llenan las embajadas y representaciones acreditadas ante el gobierno americano, y los funcionarios internacionales que pueblan pasillos, salas de reuniones y cafeterías de todos esos edificios dedicados al negocio de la asistencia internacional para el desarrollo, que es una de las principales industrias de esta ciudad. Estas comunidades se mueven en el pequeño territorio en el que se despliega esta ciudad, pero no se topan, no se encuentran ni se conocen entre si. Son tres universos totalmente separados que evolucionan de manera independiente, a pesar de que el resultado de sus acciones, en su conjunto, afecte al resto del planeta... o al menos eso creen (¿creemos?) ellos. Curiosamente, a primera vista desde el avión cuando éste hace su aproximación al National Airport, la terminal doméstica a orillas del Potomac que cruza la ciudad, la metrópoli no impresiona mayormente. No es París, ni Londres, ni siquiera Nueva York. Es una ciudad más bien bajita, plana e inconspicua donde los monumentos, a menos que se esté al lado de ellos, no parecen tan monumentales como uno se imaginaría que fueran en la “capital del mundo”, por lo menos la del mundo occidental. Kennedy, quien no era propiamente un gran admirador del DC, que en esa época se llamaba aún Washington o “washing town” (lavando y pueblo), decía que “tenía el calor humano de una ciudad del norte y el nivel de eficiencia de un pueblo del sur”. Así es. El DC es básicamente una pequeña ciudad de provincia “venida a más”. Sin embargo, eso no le preocupa mayormente a nadie porque, después de todo, nadie esta ahí para vivir. La gente del DC está de paso: los diplomáticos están de paso hasta que los trasladen a otra embajada; los funcionarios de gobierno están, generalmente, por un periodo de 5 años trasladados desde sus Estados para “acumular puntos” que les permitan volver a sus lugares de origen a un cargo más alto; los políticos, aunque quisieran quedarse para siempre, dependerán del voto de sus electores para seguir disfrutando de sus casas en Maryland o Virginia, y los funcionarios internacionales con sus legiones de consultores, también dependerán de que sus organizaciones los mantengan ahí para seguir disfrutando de sus casas también en Virginia o Maryland. Porque esa es otra de las características del DC: nadie vive ahí. Esta ciudad inventada como parte de los acuerdos de paz que terminaron con la guerra civil, fue introducida como una cuña entre esos dos Estados, a pesar de que Virginia volviera después a recuperar de facto la parte de territorio que le correspondía “donar” para construir la capital de la nación. En la noche percnoctan en Washington solamente 600 mil habitantes y en el día flotan cerca de 3 millones. Todo el mundo viene a trabajar al DC pero luego regresan a otros Estados - Maryland o Virginia- para disfrutar de las comodidades suburbanas. Sin embargo el DC es una bella ciudad sin altos edificios, pero con amplias casas rodeadas de jardines y calles sombreadas por frondosos árboles que en primavera y otoño la llenan de color. Gracias a una ley que prohíbe construir edificios que tengan una altura mayor que la del Capitolio, ninguna construcción pasa los 10 pisos lo cual le da mayor relieve a los monumentos y prestancia a los árboles que la rodean. El DC es, básicamente eso: jardines, árboles, bosques (incluso hay uno que atraviesa la ciudad, el Rock Creek Park) y monumentos no faltan... pero no tiene gente! Washington, a través de los años, fue siendo transformada de pequeña ciudad adormilada en capital, a “monumentazo limpio”. Primero se trajeron a un arquitecto francés Mr L’Enfant, para que diseñara un plan urbano siguiendo los preceptos de Haussman, el arquitecto que trazara París a comienzos del XIX. Pero luego le dieron los planos a un ex esclavo negro para que ejecutara los trabajos. Y con esos lineamientos construyeron los edificios monumentales del gobierno federal; enormes mastodontes que con el tiempo y los vientos políticos fueron tomando aires neo fascistas, imitando la arquitectura de esos países que en algún momento de la historia soñaron con ser dueños del mundo. Todo en el DC es grande y monumental. Como no había palacios, se construyó el “castillo del Smithsonian” que alberga las oficinas centrales de ese enorme complejo de museos. Como no tenia catedral, se construyo una que tardo como 100 años en terminarse y fue oficialmente inaugurada apenas hace diez. Y así todo: el zoológico, el Kennedy Center, el barrio de las embajadas, el sector de las organizaciones internacionales, las universidades, el estadio, el metro, el mercado de pescados y mariscos, la costanera frente al río, en fin, todo. Y si embargo, lastimosamente, con todo eso, el DC no logra producir la sensación que debe haber producido Roma o Atenas; esa de ser la capital del mundo, el centro del universo. ¿Será porque le falta la gente? Pero… ¿Donde esta la gente? Se pregunta uno. Y la respuesta es muy simple: no esta. O mejor, está encerrada en sus oficinas durante el día y en Virginia o Maryland durante la noche. Pero en las calles no está. Solo se ve gente al mediodía, cuando salen a comer y los viernes y sábados por la noche, y eso recientemente, cuando vienen al DC a vivir la oferta de vida nocturna que se esta desarrollando como política prioritaria del municipio para atraer gente a la ciudad. Porque el DC es una ciudad de comunidades y de eventos que se desarrollan en el mismo espacio físico pero que no se topan entre si. El sector diplomático “funciona” en el barrio de las embajadas, también conocido como “embassy row” porque la mayoría de ellas están a los largo de la avenida Massachussets. El mundo político se mueve en “Capitol Hill” la colina donde esta el Capitolio y los edificios adyacentes que albergan oficinas de congresistas, lobbystas, comisionistas y todos aquellos que intenten usufructuar de las “oportunidades” que puede traer el estar cerca del centro del poder mundial. Lo mismo sucede con los eventos. Muchas cosas pasan en el DC cada día, pero cada una de ellas afecta solo a una de aquellas comunidades, nada logra hacer “vibrar” a esta ciudad en su conjunto. Así fue como, durante mi estadía en el DC, vino de visita el Papa sin que, como en el caso de otros personajes como presidentes, primeros ministros o grandes artistas, eso hiciera vibrar a la ciudad. El Papa causó trancones en el trafico de la zona por donde iba a estar y “horarios y reglas especiales” en el metro para permitir a la gente desplazarse mas fácilmente al lugar donde dio sus dos misas masivas, nada más. Pero no paso nada diferente de lo que sucede cuando va a haber un juego de los “Red Skins”, el equipo de fútbol americano de la ciudad o un gran concierto de rock. Mi comunidad, la de aquellos que vamos a salvar al mundo, o sea las organizaciones internacionales, funciona en el centro de la ciudad. Ahí entre Foggy Bottom, Washington Circle y Dupont Circle, sectores del centro a donde se encuentran los múltiples edificios del Banco Mundial (como 10), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y sus dos edificios que abarcan una manzana entera, la Organización de Estados Americanos, la USAID, Agencia Americana para el Desarrollo y la infinidad de edificios y oficinas de esa constelación de compañías que ofrecen sus servicios para ejecutar las platas y los programas creados por esta comunidad internacional de donantes. Si, porque esta comunidad contiene a varias comunidades las cuales, a su vez, evolucionan todas en ese sub-espacio, pero no se topan. Uno pensaría que para salvar al mundo hay que estar todos juntos. Pero la realidad es que no es así. El Banco Mundial o “el banco” como le dicen los “insiders”, tiene su comunidad propia de funcionarios, consultores y empresas contratistas. El Banco Interamericano, o BID también, la AID otro tanto. Y así, de donante en donante, de tema de desarrollo en tema de desarrollo (economía, democracia, educación, refugiados etc.) existe una comunidad o sub-comunidad que gravita en torno a lo que pueda suceder. Porque finalmente el DC esta lleno de gente que espera: gente que espera que les caiga el próximo contrato de ejecución, la próxima consultoría, el próximo pago sobre el contrato, el próximo traslado. Y mientras esperan se las arreglan para dar una apariencia de normalidad a su estadía en la ciudad. Entonces van al cine, van al teatro, van a conferencias, porque eso si, el DC es, creo yo, la ciudad entre todas las que conozco en el planeta que más conferencias por metro cuadrado ofrece. Porque, como se lo podrán imaginar, el DC es la ciudad que alberga gente tan importante para la supervivencia del planeta, donde todo el mundo esta supremamente ocupado… ocupado en esperar, no en vivir.

21 de junio de 2008

AFRICA o la dependencia de la intervención

África, el Viejo continente. Si, porque en principio parecería que el ser humano, el Homo Sapiens, según la teoría evolucionista, hubiera tenido origen en África. Pero luego se fue, evidentemente, ya que estamos en todas partes. Y, ¿esto no seria ya una clave? ¿Por qué no se quedo? África es ahora un vasto continente con enormes accidentes geográficos aunque, en general, dentro de un cierto registro de climas cálidos, o por lo menos temperados. Y si, la población es negra en general, pero ahora con tanta inmigración y mezcla y años de colonización los colores todos se confunden, salvo el blanco en ciertos países. Hoy el negro va desde el negro azul hasta el plomizo y los hindúes tienen caras de chinos y los chinos son obscuros. Otro famoso “melting pot” como el que quisieron hacer (pero no consiguieron) los americanos. Tal vez el rasgo más aparente que diferencia entre sí a los países africanos son las señas dejadas por las ocupaciones coloniales recientes. Los británicos dejaron ciudades, generalmente con pocos edificios pero con chalets y hermosos prados y jardines y un sistema de gobierno bien organizado y más o menos eficiente. Los portugueses hermosas ciudades capitales, bien trazadas, con grandes avenidas y edificios, pero nada más, claro, dando por descontado su deliciosa comida y música; y los franceses solamente la buena comida… francesa y centros culturales… franceses donde los locales aprenden a manejarse como… peces en el agua por las calles de Paris! ¿Y la pobreza? dirán ustedes… En efecto hay pobreza, pero pobreza hay en todo el mundo. ¿Que es más que en otras partes? No estaría tan seguro. Aquí hay otras cosas. ¿Pero si en las fotos de África solo se ven chozas de paja en el campo y de lata en las ciudades? Pero, de qué otro material quieren construir en el campo si lo más eficiente para estos calores es precisamente la paja? Ahora es paja con electricidad, televisión y refrigeradora. No para todo el mundo, pero como en Asia o en América Latina, los niveles de consumo van subiendo. Después de todo aquí también una gran parte de la población tiene miembros de la familia emigrados al “norte”, que mandan plata (en este caso Euros) a casa! No. El problema fundamental de este continente no es el hambre y la pobreza. Después de todo es un continente sub-poblado, con enormes extensiones de tierra fértil (solo Sudán podría alimentar de granos a todo el continente), pero también con enormes riquezas minerales, incluso de gran valor como los diamantes, el gas y el petróleo. Su principal problema son las intervenciones. No que hayan llegado, sino como han venido, para qué, y qué han hecho… Por supuesto, dejando de lado la colonización hecha por los árabes que, aparentemente, ha sido la más “civilizadora”, la colonización europea vino por otras razones e hizo otras cosas. Primero llegaron los que querían “explorar” tierras exóticas, pero no muy lejanas. Algo así como cuando nuestro hijo de 8 años se va al terreno baldío del frente a cazar lagartijas, sapos y ratones. Y aquí llegaron los Livingston, y unos cuantos otros a “echar una miradita” para luego regresar a casa creyéndose la “mamá de Tarzan”, incluyendo… a la mamá de Tarzan, la señora esposa de lord Greistoke. Luego vinieron los que “querían ayudar”, (precursores de las ONG de desarrollo), como los Albert Sweitzer y otros que “tenían” que venir a salvar a estos pobres negritos, básicamente, de no ser como ellos! No se los veía pobres ni mal alimentados, solo se los veía negros y viviendo en chozas de paja, barro y lata, que son mucho más eficientes –vuelvo a repetir- para estos climas, que las construcciones que ellos trajeron. En realidad podrían haberse quedado en sus países ayudando a esas enormes cantidades de personas realmente empobrecidas y llevadas a la miseria y la degradación humana por su condición de marginados de la revolución industrial. Pero no, aquí hace mas calorcito y la diferencia de color nos ayuda a identificar con precisión a quienes hay que ayudar. No vaya a ser que nos topemos (en nuestros países donde todos somos iguales) con alguien conocido o de la familia! Y ahí comienza el drama, porque es precisamente esa ayuda la que poco a poco fue trayendo los males que aquejan hoy a este continente. Por ejemplo, el el hambre y la desnutrición. ¿Sabían que dos de los productos de la dieta en casi toda el África son el maíz y el trigo? Los dos exógenos a la región. ¿Y que paso con la mandioca (aquí cassava), las frutas tropicales (que se consumen muy poco), las verduras que crecen en abundancia (y que también se consumen muy poco)? Que paso a un segundo plano y la gente se alimenta de productos derivados del maíz y el trigo. Esta es la desbalanceada dieta que aqueja a la población. Alguien, un experto de la región de los de verdad me explicaba que las hambrunas que se han dado en África del Este han sido básicamente por esa razón: fenómenos de sequía han perjudicado cultivos de maíz y de trigo, pero no a otros productos nativos. Aun así, la gente acostumbrada a ese tipo de dieta simplemente no cultiva, no consume, no hace nada para remplazar lo que hace falta por otras cosas que tiene a su alrededor. Y los problemas logísticos de descoordinación de aquellos que “están ahí para ayudar”, hacen lo demás. Así es como durante una hambruna que azotó a Etiopia y Somalia en los años 80 y miles de personas morían de hambre, si mal no recuerdo porque estuve ahí, los sacos de trigo y de maíz estaban en depósitos de África occidental (Togo o Camerún) sin poder ser movilizados a tiempo por problemas logísticos. Y después, como en otras partes del mundo, esta el problema del campo versus la ciudad que en África toma un “color” diferente. Aquí es más bien el “hacinamiento” en la ciudad versus la “explotación” en el campo. Este continente se caracteriza por tener ciudades caóticas donde la gente se amontona para sobrevivir en una vida de miseria. ¿Y el campo no ofrece acaso una mejor vida a la gente? En el caso de este continente el campo como lugar de vida basado en una producción agrícola no existe. En África es el territorio donde están esos recursos naturales para que venga la gente de afuera a explotarlos: minas de cobre, de diamante, de otros minerales, petróleo, maderas preciosas… y la lista sigue. Pero no hay una “política agrícola” como tal en lugar alguno –que haya podido conocer- que busque darle a la gente un mejor vivir. África es aun un lugar donde se va a buscar cosas, no a dejar nada y menos a construir un futuro mejor. ¿Cómo? ¿No hay con quien?… ¿No hay lideres?... ¿No hay gente que quiera construir el futuro de su nación? Aparentemente no. África es un continente formado de países inventados (bueno de alguna manera como nosotros), que ha tenido administradores (o gobernadores), dictadores y presidentes hoy, estos últimos que son un poco la mezcla de los dos primeros. Los movimientos independentistas no sirvieron para construir naciones sino para cambiar de manos el control sobre las riquezas explotables, o como se dice vulgarmente, “para cortar la torta en una mayor cantidad de pedazos”. Pero la gente sigue igual. Entonces se inventa el negocio de la ayuda, esa que crea dependencia y eso no hace más que crear otro rubro de explotación en el continente. Por último se concibe el concepto de economía global y resulta que África fue el primer continente en funcionar dentro de ese concepto de economía global. Si, porque los recursos que se sacan ahí, van a dar siempre a otra parte. Y entonces, ¿Que podría hacerse con este continente? Bueno, en mi opinión, eso es precisamente lo que no hay que hacer: seguir pensando desde afuera qué se podría hacer con él. Eso es lo que lo ha llevado a ser lo que es… Siempre que salgo de algún país africano me pasa lo mismo, salgo maravillado de haber vivido lo que me toco vivir (creo que con la excepción de mi salida de la guerra en Rwanda, de donde casi no escapo), pero sin ganas de regresar (aunque siempre me toca volver), y siempre con el estribillo en la cabeza de una canción muy popular en los años 60 cuando la crisis de Lumumba y Katanga:
“Que pasa en el Congo, Que pasa en el Congo, Que a todo el que vive, Que a todo el que habla, Que a todo el que piensa, Lo hacen mondongo”.

2 de junio de 2008

Partir es morir un poco...

Sudán, el granero de África. Cuando uno piensa en partidas, en finales y en el momento en que deja un lugar, unas personas que se conocieron, hay un sentimiento de nostalgia como un atardecer tornasolado entre las arenas del desierto. ¿Suena bonito verdad? Bueno, la realidad aquí fue muy diferente. Las últimas dos semanas de cierre del proyecto y mi partida fueron marcadas por la convergencia de todos los defectos, y solo algunas cualidades de este pueblo y este lugar...África una vez más. La verdad es que desarrollar cualquier proyecto de asistencia en este lugar es difícil, básicamente porque no hay leyes ni reglamentos claros. Es un poco como dirían los franceses “según la cara del cliente”. En este caso el cliente era rico: era el gobierno americano. Normalmente, según la ley de cooperación sudanesa para cerrar un proyecto hay que pagar al personal todos sus haberes, entregar un inventario de los equipos y saldar todas las cuentas. Todo sonaba fácil, pero en este caso no fue así. Todo comenzó en una primera reunión con Mr. Mutasim Elgasim, director de la Oficina de Relaciones con ONGs internacionales, y la autoridad en el Ministerio de Asuntos Humanitarios que tiene el control (y el poder) sobre las agencias de cooperación que deseen trabaja en el país: que pueden hacer y como lo deberían hacer. En pocas palabras, tiene el control sobre los hilos de la “bolsa”, no la de él por supuesto, sino la nuestra... Como buen funcionario de un país africano, comenzó su discurso acusándonos de haber llevado a cabo actividades que atentaban contra la seguridad del Estado y anunciándonos que, como tal, éramos susceptibles de recibir los peores castigos considerados por la ley. Esa era el punto número uno. El punto número dos, pese a que la ley laboral establecía un tipo de paquete de compensación para el personal local que terminaría su trabajo con nosotros, su oficina reclamaba un paquete diferente, seis veces mayor para cada empleado (básicamente 6 meses de sueldo) además del mes de compensación por año trabajado que era lo único que en principio exigía la ley... Y ahí comenzó todo el lío. Las dos semanas que siguieron fueron una batalla entre la legalidad del sistema y la legalidad creada por esa oficina (“la ley la hago yo y punto!”). Todo esto reforzado con el elemento “motivador” para que nos apuráramos en tomar una decisión: “Hasta que esto no se arregle no tendrán la autorización para salir del país”. Éramos, básicamente, rehenes del Estado. Para ayudarnos a tomar una decisión lo mas rápido posible, “y así poder salir del país” se nos comenzó a amenazar con investigaciones sobre el programa de educación cívica y democrática que estuvo realizando el proyecto durante los dos años de actividad en el país. Las preguntas eran entonces del tipo: “cuantas armas le dieron a los movimientos de insurgencia”, “cuanto dinero le dieron a los partidos de oposición” etc. lo que, como se podrán imaginar, tuvo un efecto maravilloso sobre nuestro estado de animo. Como después de todo este era un proyecto financiado por el gobierno Americano, recurrimos a la embajada, porque estábamos verdaderamente asustados, dado el tono de las amenazas. Mientras tanto preparábamos una respuesta (básicamente pagar), y un plan “B”, por si las amenazas continuaban, que consistía en salir soplados en un vuelo “charter” y de manera clandestina por la misma ruta que hice cundo fui a las fuentes del Nilo azul, y donde sabia por experiencia propia que no habría control alguno. Con todo eso en la mano fuimos a anunciar que finalmente íbamos a pagar al personal que inicialmente había sido nominado para esta compensación, o sea a la gente de las oficinas del norte. Recordaran que este país ha sido dividido en dos, el norte y el sur con gobiernos separados y leyes diferentes. Este anuncio, en vez de calmar las cosas, no hizo más que desatar el caos que nos atropelló toda la semana siguiente. Resulta que las leyes laborales aquí son bastante vagas, y evidentemente todo el mundo las interpreta a su manera. La regla general sin embargo es una: En caso de litigio con tus empleados, si eres una ONG extranjera, ellos siempre ganan. Los locales tienen otras maneras de lidiar con esta situación; usan sus influencias con la burocracia para sacarse el lío de encima y ya! Claro, también todo esto es herencia de un Estado que llenó a su clase trabajadora de prebendas y privilegios: las vacaciones, las compensaciones, las horas extras etc., etc. todo maximizado y fuera de proporción. De ahí que cualquier persona busque tener un contrato de trabajo para sentirse seguro, ya que luego de haber trabajado 3 meses en una empresa, queda asegurado de por vida; no se le puede despedir porque las compensaciones que se le deben pagar son enormes y ahorcarían a la empresa. La noticia que los gringuitos iban a pagar, por supuesto corrió como pólvora y en los días siguientes toda persona que durante estos dos años tuvo alguna relación de trabajo con nosotros, aunque fuera de unos pocos meses o que hubiese sido despedida (con sus compensaciones por cierto), vino a golpear a la puerta, no de la oficina nuestra, sino a la de Mutasim. Hasta un señor que había sido despedido por haberse robado 5 mil US de la caja del proyecto vino a reclamar su indemnización por cierre del proyecto! La lista seguía creciendo. Y claro, como en las películas de John Wayne, finalmente ¡llegaron los marines! ... pero tarde. El daño ya estaba hecho. La intervención de la embajada, tratando de proteger a ciudadanos americanos de las amenazas del gobierno de Sudan, no hizo mas que caldear los ánimos y adoptar una actitud mas intimidante, no con amenazas políticas sino con el tema que no saldríamos nunca de aquí, porque además de pagar al personal ahora habría que verificar el inventario hasta su mas mínimo detalle, esperar que el seguro social donde depositábamos las compensaciones laborales diera el resultado de su auditoria para saber si se había pagado todo, en fin todo lo que podría dilatar la resolución de nuestra situación estaba ahora sobre la mesa. Es curiosa la manera de enfrentar estas situaciones que tiene la gente aquí: se habla, se habla, se eleva el tono de la voz (el sonido del árabe se presta mucho para dar la impresión que la gente esta furiosa) pero al final del momento todo el mundo te sonríe, te da la mano y te dice que no tienen nada contra ti. Además “they never take no for an answer” (nunca toman un no como una respuesta). Todo es negociable hasta el final. Así que no tuvimos más remedio que pagar 325,000 dólares en compensaciones. Mutasim feliz; ¿seria por el bienestar de los empleados? Craso error. Ya faltando dos días antes de obtener el permiso de salida, que en principio estaban por darnos (todas las demás investigaciones fueron “milagrosamente” olvidadas, incluyendo las del seguro social), cayó a la oficina de Mutasim la gente del sur a pedir lo mismo que le habíamos dado a los del norte. Y si, el país será grande y estará divido en dos, pero no tan grande ni tan dividido cuando se trata de plata. Y nuevamente se armó la pelotera. Por supuesto hubo que pagar. Hasta el abogado que trabajó 4 horas para nosotros durante un periodo de 5 meses quería sus 6 meses de compensación. Curiosamente en este caso hubo acuerdo que “eso ya era abuso”, y ahí si no pagamos. Seguramente el abogado se olvido de negociar la “comisión” con Mutasim antes de venir donde nosotros. En este caso el error fue suyo. Bueno, pero a la final, no era más que dinero... Y, de alguna manera, sentía que después de todo los que se va del sur para el norte, esto no era más que una “recuperación” de fondos para quienes han dado tanto y recibido tan poco... Y si, finalmente la parte grata de todo esto fue que con ese dinero Kadiya, la señora de la limpieza pudo comprarse su casita en Etiopía, y que Waleed, mi chofer, pudo comprarse media casita en Khartoum (los precios son ridículamente altos) y que Mohammed Suleiman, uno de los asistentes pudo finalmente tener dinero para desarrollar su consultorio de servicios veterinarios al cual se dedicara de ahora en adelante. Si, porque detrás de toda esta historia, aparentemente de conspiraciones políticas, siempre hay el otro lado, el lado humano el cual, afortunadamente, no me perdí... gracias a la gente, a mi gente, a ese grupo de individuos que trabajaron conmigo y cuyas vidas logré tocar a pesar de la brevedad de nuestra relación. Finalmente, cada uno vino a verme, a pedirme disculpas por el incidente (que no había sido idea de ellos, por supuesto) y a contarme lo que harían con el dinero que acababan de recibir. Todos vinieron a decirme lo importante para sus vidas que estaba siendo ese “bono inesperado”...salvo uno que me dijo directamente que con ese dinero pensaba vivir hasta que se le acabara y que después de eso, ahí vería. Creo que tenia ancestros latinoamericanos! Hasta que llego, al día siguiente, el momento de partir. En realidad salí apenas tuve la visa de salida, adelantando mi partida un par de días antes de lo planeado, en caso de que algo más sucediera... No hubo tiempo para grandes manifestaciones a pesar que algunos de mis ex empleados fueron a dejarme al aeropuerto (y aún me llaman por teléfono de tanto en tanto). Solo una última recorrida nostálgica por la ciudad y los lugares que fueron parte de mi cotidianidad: la oficina, el ministerio, la tiendita de la esquina, la mezquita cuyo imán me despertaba 5 veces por día con sus llamados a la oración “en mi oreja”, gracias a su equipo de sonido nuevo, el señor que se sentaba todas las mañanas en la esquina de mi casa y que me saludaba afectuosamente (y de quien luego me enteré que era el mendigo del barrio, pero que no pide sino que se sienta ahí y la gente que lo conoce le da caridad, una de las obligaciones del buen musulmán. Hasta que llegamos al aeropuerto, con sus pistas llenas de aviones de las Naciones Unidas y aviones de carga que traen constantemente la asistencia extranjera para alimentar a la gente del país que ha sido considerado desde la época de los Egipcios como “el granero del África”. Porque esa es, finalmente, la gran ironía de Sudan.

9 de mayo de 2008

Los Faraones Negros

Para conocer la historia la historia antigua de Sudán, sin duda no hay que ir al museo de arqueología de Khartoum, porque no sólo es poco lo que allí se puede encontrar, sino que no hay ninguna o muy poca información sobre la exposición. El museo es un edificio de una sola planta donde, en un solo y gran salón se codean culturas que van desde el paleolítico hasta el imperio egipcio, el que, créanlo o no, es como de los más recientes de la historia antigua. A la entrada, luego de pagar la libra que cuesta ingresar (US 0,50), un señor se te para al lado y se ofrece a hacer de guía. Como en realidad no tienes otra opción, el susodicho caballero te acompaña o, más bien, te sigue como una sombra y, delante de cada vitrina, te da la explicación del caso. Esto es: frente a una vitrina que contiene objetos de piedra dice: “esos son objetos de piedra” y ante otra que tiene objetos de madera agrega: “esos son objetos de madera”. Todo eso en un inglés bastante precario. Así que para conocer algo de la historia antigua de Sudán decidí que sería mejor ir a conocerla en el lugar mismo de los hechos. Por eso, aprovechando la visita de mi mujer*, tomamos un vehículo con chofer y nos fuimos para el norte. Si Sudán en general es un país desértico, el norte es el desierto del desierto. Viajamos cerca de 3 horas por una carretera perfectamente pavimentada (la que va a Port Sudán, la segunda ciudad del país), hasta que de repente y sin mediar señal alguna, el jeep se salió del asfalto para internarse a campo traviesa, siguiendo una huella débilmente marcada en la arena. Por supuesto, no logramos ver nada que permitiera adivinar hacia donde íbamos… Confiábamos que el chofer sí lo supiera. En efecto lo sabía. Cuando nos detuvimos luego de una hora de trayecto, nada permitía adivinar que hubiésemos llegado a algún lugar. Solo se veía un pozo rodeado de campesinos que extraían laboriosamente agua con un balde y una soga que había que subir unos 20 metros con la preciosísima carga, para ser vertida en unas bateas de donde tomaban agua mulas y camellos y se servían las mujeres que allí estaban quienes, a propósito, siempre son las que se encargan de las tareas pesadas mientras los hombres “vigilan”. Sólo supimos que habíamos llegado a Naga, el primer sitio arqueológico de nuestra ruta, porque de la nada salió un señor a cobrarnos US10 por persona para entrar a visitarlo. Afortunadamente ya nos habían advertido que lleváramos cambio pequeño porque, evidentemente, ese sería el único dinero que vería ese señor en el día, la semana o el mes, por lo que ni soñar con que nos diera un vuelto o, tal vez, lo daría en leche de camello... Atravesar ese desierto sembrado de arbustos espinosos y ver el sitio arqueológico fue una experiencia sobrecogedora. Luego de unos 200 metros al final de una colina, se abrió ante nuestros ojos un lugar impresionante: una gran avenida bordeada por esculturas talladas en piedra representando carneros, nos condujo a un templo que recuerda, aunque en proporciones más pequeñas, a la entrada de Karnac en Egipto. El lugar está semi-sumergido en la arena pero, aún así, se puede adivinar que ahí yace un sitio muchísimo mayor que lo que se ve. El problema es que no ha habido quien lo estudie, porque ese es el otro gran drama de Sudán; nadie se interesa por su pasado. Una hora más de travesía por ese desierto sin señalización y llegamos a Mussarawat, una ciudad de grandes proporciones que no tiene nada que envidiarle a los sitios egipcios tan famosos y visitados, salvo ¡claro! que ahí tampoco vimos mucha evidencia de que se hubieran realizado excavaciones o investigaciones sostenidas. Nos mostraron unas construcciones sobre las que nos dijeron servían para alojar a los arqueólogos de una expedición italiana que suele permanecer durante tres meses al año en el lugar. Lo cierto es que la arena aún cubría la mayor - tal vez la mejor parte- de todo el lugar. En todo caso, lo que logramos vislumbrar era maravilloso, nos daba cuenta de una civilización que aparentemente precedió a la egipcia, aunque eso, como en todos los lugares arqueológicos que se visitan, hay que tomarlo con “pinzas”. Siempre te dicen que el lugar en el que estás es el más antiguo, el más maravilloso y que es único en el planeta tierra. Será lo que llaman “el orgullo nacional” lo que hace decir eso? Llevábamos casi un día entero de viaje con algunas galletas y un té cuando pasadas las 3 de la tarde llegamos a Merowe, el SITIO arqueológico de Sudán. El lugar es tan impresionante que obró el milagro de quitarnos el hambre. Unas 20 o 30 pirámides, muchas de ellas semi-cubiertas de arena y bastante más pequeñas que las famosas de Egipto, pero situadas en las laderas un valle que las hace resaltar mas aún contra un cielo azul y despejado, nos preparaba para el atardecer. Luego de dejar nuestras cosas en el hotel o, mejor dicho en las carpas donde pasaríamos la noche y haber bebido un delicioso refresco de Karkadet, hibiscus, o flor de Jamaica, -como se la llama en Latinoamérica- fuimos a recorrer las pirámides a pie, seguidos por una serie de personajes que te ofrecían llevarte a lomo de unos camellos que lucían tan escuálidos como aburridos. El paseo en camello lo dejamos para otro día. Esa tarde queríamos gozar de la experiencia irrepetible de encontrarnos a solas con el pasado de ese lugar, enterrados en la arena hasta las rodillas. Fue sin duda una experiencia única. En general, sitios como éstos, en otros lugares del planeta, siempre están llenos de gente; turistas que pasan en tropeles y que no te dejan vivir la energía particular que esos lugares poseen. En este caso, el sitio nos ofreció toda su silenciosa magia y sus historias de pasado, solamente moduladas por el suave murmullo del viento del atardecer y el titilar de las estrellas que comenzaban ya a instalarse en el firmamento. La puesta del sol y la llegada de la noche las vivimos desde la terraza del hotel, el cual, a pesar de su aparente precariedad (todas las habitaciones consisten en grandes carpas de campaña, levantadas sobre una base de cemento y amobladas por dentro con lo todo lo necesario), ofrecía un espectáculo único: el conjunto de pirámides recortándose contra el horizonte, por el lado donde se escondía el sol y luego iluminado por un inmenso mar de estrellas que poblaba el cielo del desierto, recorrido por la vía láctea... Todo esto acompañado de una música especialmente escogida por los dueños italianos del hotel, para hacerte la experiencia aún más extraordinaria, si eso era posible. A la mañana siguiente, las pirámides aún estaban ahí pero ya no solas. A la entrada del hotel una media docena de camellos flacos y sin duda muy poco interesados en ningún tipo de tour o recorrido, esperaban con sus respectivos camelleros para darnos el famoso paseo que habíamos postergado el día anterior. Ahí estaban desde al amanecer para ver a quien le tocaría en suerte ganarse las 20 libras que nos cobrarían por el paseo. También había 4 personas con artesanías variadas -no muy elaboradas por cierto, cositas pequeñas hechas a mano por ellos mismos: collares de cuentas, estatuitas de “ébano” recién pintado de negro…entre otras chucherías poco atractivas. Por supuesto, cada cosa costaba 20 libras!!!, Cifra que al parecer era la única palabra que sabían en inglés “Twenty mister”, “twenty mister”, era lo que repetían cada vez que preguntábamos por algo. ¡Eso son diez dólares después de todo! Claro que cuando les ofrecimos pagar cinco por alguna que otra cosa que compramos, quedaron igual de contentos y nos despidieron con sonrisas y todo... ¡Arriba de un camello la vida es más sabrosa! y la perspectiva cambia ciento por ciento. El único problema es bajarse sin que el camello te tire, ya que estos inmensos cuadrúpedos se arrodillan con las patas delanteras y de manera bastante brusca y se quedan así, por unos segundos, y luego bajan las de atrás. Durante la maniobra hay que agarrarse muy firme de la montura para no salir disparado por arriba de la cabeza del animal, cosa no poco frecuente, según nuestra propia experiencia camellística en Egipto. Luego, otras tres horas de carro por carretera pavimentada y de regreso a Khartoum, sin un solo dato, sin un solo folleto explicativo, o tan siquiera una hoja volante suelta que nos diera información
sobre lo que habíamos visto. Porque esa es otra realidad de Sudán: es un país sin turismo, con lugares mágicos y atractivos pero totalmente solitarios en los que el turista es una especie poco conocida y no siempre bienvenida. Sitios maravillosos que nunca serán visitados, a menos que uno se lo proponga específicamente y, a veces, hasta luchando contra corriente con las condiciones locales. * Amparo Ponce