18 de noviembre de 2008

Washington: una ciudad de gente que espera, incluso, "salvar al mundo"

Llegar a Washington DC, el lugar donde todo esto surgió es como llegar al centro del mundo, o por lo menos eso es lo que creen ellos. Washington, o “el DC” (Distrito de Columbia) como lo llaman familiarmente aquellos que son entendidos en la materia, (y que también quieren dar a entender que son “insiders” en ese mundo), es un lugar al que se llega por dos razones: o bien eres turista, en general americano y quieres conocer la capital de tu país, concepto bastante foráneo para la gran mayoría de los americanos que están convencidos que el termino “capital” se refiere a la de su estado (70% de los estudiantes secundarios revelaron eso en una encuesta hace unos años atrás), o bien porque vas a querer salvar al mundo, lo cual también puede querer decir “manejar los destinos del mismo”. Yo formo parte de esta última categoría. He estado viviendo, yendo y viniendo al DC durante los últimos 20 años, básicamente, para seguir en contacto con la gente y organizaciones que me permitan seguir salvando al mundo... Bajo este concepto de salvar al mundo coexisten tres grandes comunidades que encuentran su hábitat en el DC: los políticos americanos que van al Congreso, los políticos extranjeros que llenan las embajadas y representaciones acreditadas ante el gobierno americano, y los funcionarios internacionales que pueblan pasillos, salas de reuniones y cafeterías de todos esos edificios dedicados al negocio de la asistencia internacional para el desarrollo, que es una de las principales industrias de esta ciudad. Estas comunidades se mueven en el pequeño territorio en el que se despliega esta ciudad, pero no se topan, no se encuentran ni se conocen entre si. Son tres universos totalmente separados que evolucionan de manera independiente, a pesar de que el resultado de sus acciones, en su conjunto, afecte al resto del planeta... o al menos eso creen (¿creemos?) ellos. Curiosamente, a primera vista desde el avión cuando éste hace su aproximación al National Airport, la terminal doméstica a orillas del Potomac que cruza la ciudad, la metrópoli no impresiona mayormente. No es París, ni Londres, ni siquiera Nueva York. Es una ciudad más bien bajita, plana e inconspicua donde los monumentos, a menos que se esté al lado de ellos, no parecen tan monumentales como uno se imaginaría que fueran en la “capital del mundo”, por lo menos la del mundo occidental. Kennedy, quien no era propiamente un gran admirador del DC, que en esa época se llamaba aún Washington o “washing town” (lavando y pueblo), decía que “tenía el calor humano de una ciudad del norte y el nivel de eficiencia de un pueblo del sur”. Así es. El DC es básicamente una pequeña ciudad de provincia “venida a más”. Sin embargo, eso no le preocupa mayormente a nadie porque, después de todo, nadie esta ahí para vivir. La gente del DC está de paso: los diplomáticos están de paso hasta que los trasladen a otra embajada; los funcionarios de gobierno están, generalmente, por un periodo de 5 años trasladados desde sus Estados para “acumular puntos” que les permitan volver a sus lugares de origen a un cargo más alto; los políticos, aunque quisieran quedarse para siempre, dependerán del voto de sus electores para seguir disfrutando de sus casas en Maryland o Virginia, y los funcionarios internacionales con sus legiones de consultores, también dependerán de que sus organizaciones los mantengan ahí para seguir disfrutando de sus casas también en Virginia o Maryland. Porque esa es otra de las características del DC: nadie vive ahí. Esta ciudad inventada como parte de los acuerdos de paz que terminaron con la guerra civil, fue introducida como una cuña entre esos dos Estados, a pesar de que Virginia volviera después a recuperar de facto la parte de territorio que le correspondía “donar” para construir la capital de la nación. En la noche percnoctan en Washington solamente 600 mil habitantes y en el día flotan cerca de 3 millones. Todo el mundo viene a trabajar al DC pero luego regresan a otros Estados - Maryland o Virginia- para disfrutar de las comodidades suburbanas. Sin embargo el DC es una bella ciudad sin altos edificios, pero con amplias casas rodeadas de jardines y calles sombreadas por frondosos árboles que en primavera y otoño la llenan de color. Gracias a una ley que prohíbe construir edificios que tengan una altura mayor que la del Capitolio, ninguna construcción pasa los 10 pisos lo cual le da mayor relieve a los monumentos y prestancia a los árboles que la rodean. El DC es, básicamente eso: jardines, árboles, bosques (incluso hay uno que atraviesa la ciudad, el Rock Creek Park) y monumentos no faltan... pero no tiene gente! Washington, a través de los años, fue siendo transformada de pequeña ciudad adormilada en capital, a “monumentazo limpio”. Primero se trajeron a un arquitecto francés Mr L’Enfant, para que diseñara un plan urbano siguiendo los preceptos de Haussman, el arquitecto que trazara París a comienzos del XIX. Pero luego le dieron los planos a un ex esclavo negro para que ejecutara los trabajos. Y con esos lineamientos construyeron los edificios monumentales del gobierno federal; enormes mastodontes que con el tiempo y los vientos políticos fueron tomando aires neo fascistas, imitando la arquitectura de esos países que en algún momento de la historia soñaron con ser dueños del mundo. Todo en el DC es grande y monumental. Como no había palacios, se construyó el “castillo del Smithsonian” que alberga las oficinas centrales de ese enorme complejo de museos. Como no tenia catedral, se construyo una que tardo como 100 años en terminarse y fue oficialmente inaugurada apenas hace diez. Y así todo: el zoológico, el Kennedy Center, el barrio de las embajadas, el sector de las organizaciones internacionales, las universidades, el estadio, el metro, el mercado de pescados y mariscos, la costanera frente al río, en fin, todo. Y si embargo, lastimosamente, con todo eso, el DC no logra producir la sensación que debe haber producido Roma o Atenas; esa de ser la capital del mundo, el centro del universo. ¿Será porque le falta la gente? Pero… ¿Donde esta la gente? Se pregunta uno. Y la respuesta es muy simple: no esta. O mejor, está encerrada en sus oficinas durante el día y en Virginia o Maryland durante la noche. Pero en las calles no está. Solo se ve gente al mediodía, cuando salen a comer y los viernes y sábados por la noche, y eso recientemente, cuando vienen al DC a vivir la oferta de vida nocturna que se esta desarrollando como política prioritaria del municipio para atraer gente a la ciudad. Porque el DC es una ciudad de comunidades y de eventos que se desarrollan en el mismo espacio físico pero que no se topan entre si. El sector diplomático “funciona” en el barrio de las embajadas, también conocido como “embassy row” porque la mayoría de ellas están a los largo de la avenida Massachussets. El mundo político se mueve en “Capitol Hill” la colina donde esta el Capitolio y los edificios adyacentes que albergan oficinas de congresistas, lobbystas, comisionistas y todos aquellos que intenten usufructuar de las “oportunidades” que puede traer el estar cerca del centro del poder mundial. Lo mismo sucede con los eventos. Muchas cosas pasan en el DC cada día, pero cada una de ellas afecta solo a una de aquellas comunidades, nada logra hacer “vibrar” a esta ciudad en su conjunto. Así fue como, durante mi estadía en el DC, vino de visita el Papa sin que, como en el caso de otros personajes como presidentes, primeros ministros o grandes artistas, eso hiciera vibrar a la ciudad. El Papa causó trancones en el trafico de la zona por donde iba a estar y “horarios y reglas especiales” en el metro para permitir a la gente desplazarse mas fácilmente al lugar donde dio sus dos misas masivas, nada más. Pero no paso nada diferente de lo que sucede cuando va a haber un juego de los “Red Skins”, el equipo de fútbol americano de la ciudad o un gran concierto de rock. Mi comunidad, la de aquellos que vamos a salvar al mundo, o sea las organizaciones internacionales, funciona en el centro de la ciudad. Ahí entre Foggy Bottom, Washington Circle y Dupont Circle, sectores del centro a donde se encuentran los múltiples edificios del Banco Mundial (como 10), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y sus dos edificios que abarcan una manzana entera, la Organización de Estados Americanos, la USAID, Agencia Americana para el Desarrollo y la infinidad de edificios y oficinas de esa constelación de compañías que ofrecen sus servicios para ejecutar las platas y los programas creados por esta comunidad internacional de donantes. Si, porque esta comunidad contiene a varias comunidades las cuales, a su vez, evolucionan todas en ese sub-espacio, pero no se topan. Uno pensaría que para salvar al mundo hay que estar todos juntos. Pero la realidad es que no es así. El Banco Mundial o “el banco” como le dicen los “insiders”, tiene su comunidad propia de funcionarios, consultores y empresas contratistas. El Banco Interamericano, o BID también, la AID otro tanto. Y así, de donante en donante, de tema de desarrollo en tema de desarrollo (economía, democracia, educación, refugiados etc.) existe una comunidad o sub-comunidad que gravita en torno a lo que pueda suceder. Porque finalmente el DC esta lleno de gente que espera: gente que espera que les caiga el próximo contrato de ejecución, la próxima consultoría, el próximo pago sobre el contrato, el próximo traslado. Y mientras esperan se las arreglan para dar una apariencia de normalidad a su estadía en la ciudad. Entonces van al cine, van al teatro, van a conferencias, porque eso si, el DC es, creo yo, la ciudad entre todas las que conozco en el planeta que más conferencias por metro cuadrado ofrece. Porque, como se lo podrán imaginar, el DC es la ciudad que alberga gente tan importante para la supervivencia del planeta, donde todo el mundo esta supremamente ocupado… ocupado en esperar, no en vivir.

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