17 de septiembre de 2009
Carlos, o la vida en un hotel
El Salvador: un país sin memoria
Cuando uno llega a El Salvador, inmediatamente sabe que es un país que tiene algo que vender… Desde que uno llega al aeropuerto, lo hacen caminar por un pasillo interminable donde se suceden, una tras otras, todas las tiendas de cosas que se venden en un aeropuerto: Gucci, Dior, Sony, St. Laurent…Todas las marcas están ahí; todas las cosas están ahí. Me imagino que será para facilitarle la tarea a las masas de retornantes que vienen cada año a pasar fiestas o vacaciones con sus familias en El Salvador. Sí, porque la mayor fuente de ingresos del país siguen siendo las remezas de los millones de salvadoreños que viven principalmente en los Estado Unidos. Así que, también imagino, que para hacerlos sentir como en casa, San Salvador es una ciudad construida a imagen y semejanza de una ciudad gringa, no se si en California o en Miami.
La llegada es más bien cordial, salvo que en el escritorio del agente de inmigración te cobran US $10 por la visa, y si les pagas con uno de $20 no tienen cambio. Pero, en este caso, son los mismos agentes de la aduana los que van a buscar el cambio y no como en otros lugares que todos conocemos bien, donde es uno el que tiene que ir a buscarlo.
El aeropuerto queda a 40Kms de la ciudad lo cual, para un país como este, es casi como cruzar todo el país. Si. Porque El Salvador es pequeño…aunque sus habitantes no lo vean así. Cruzar todo el país de este a oeste son solo 200 Km., pero para los habitantes de esta nación liliputiense –según los cánones latinoamericanos- esas distancias son inmensas y dicen que se necesitan dos días para recorrerlas por carreteras que son una perfecta imitación de las carreteras gringas del norte.
Lo verdaderamente diferente es que ahora no te disparan cuando uno va por la carretera del aeropuerto a la ciudad. Había estado diez años atrás, donde tampoco disparaban pero nada garantizaba que no lo hicieran, pero hace 20 si disparaban y había que andarse con cuidado. Recuerdo que estuve en el famoso hotel Sheraton que se tomo la guerrilla como a finales de los años 80, pero esta vez –distinto a Rwanda, conseguí salir de ahí solo 2 días antes que eso sucediera. Ahora todo el mundo sabe lo que paso y es interesante, porque te cuentan que todo fue una serie de cosas que no funcionaron, malentendidos, etc. Aparentemente no querían secuestrar a nadie, pero terminaron haciéndolo porque “no les quedo más remedio”… Esas son las cosas interesantes de los países en post-conflicto: que todo el mundo finalmente se conoce y todo el mundo sabe lo que paso.
Lo cierto es que ahora, aparentemente, esta ciudad es tan tranquila como cualquier otra ciudad de América Latina (o sea que hay que andar prevenido por ahí), a pesar que los taxistas del hotel recomiendan no salir a pie ni a la esquina, sino en taxi. Me pregunto por qué será. La ciudad esta situada a una altura de 600 metros, lo cual hace que el clima se más fresco que en la costa, rodeada por montañas pequeñas y al pie de un volcán que a pesar de tener un nombre propio (volcán de Quezaltepec) todo el mundo lo llama “el Volcán San Salvador”. Tanto es así que esta poblado con casas suntuosas, hasta media altura, y coronado por antenas de televisión, que algún día bajarán por sus laderas en forma de acero fundido a causa de alguna posible y futura erupción. Porque, como todos sabemos, en la tierra no hay volcanes apagados, solo dormidos.
Aunque no he recorrido mucho la ciudad, en apariencia todo es lo mismo: mal tras mal, y todos muy al estilo gringo (o yanqui como dirían en el sur), con gente que supuestamente ha estudiado “business development”. Como me decía la recepcionista del hotel “todos estudiamos eso porque nos dijeron que eso era lo que deberíamos hacer en el futuro; manejar negocios… pero aun no ha llegado eso al Salvador”…
Y si, porque El Salvador es un país que se construye; un país que ha salido de la guerra ya hace tiempo, o poco tiempo (porque 20 años no es nada) e intenta convertirse en algo; algo que no solo tenga sentido para la gente que vive aquí, en esta réplica de Los Ángeles o San Diego, y el resto de gente que son una replica de nada, que solo viven la misma vida campesina que siempre vivieron, pero que tienen familiares viviendo en el “Norte” (pronúnciese con acento gringo), y reciben todo los meses su remesa, claro, salvo en navidad donde llegan con la remesa en la mano. Por eso no es de extrañar los tres avisos que vi en el camino desde el aeropuerto a la ciudad, de tres diferentes compañías ofreciendo lo mismo: “lo que quieras comprarle a tu familia desde los Estados Unidos, nosotros se los traemos para acá”.
Bueno, en realidad no se para que se molestan en traer las cosas cuando muchas de estas ya están acá. Porque aquí están los Mall (Centros Comerciales) con las tiendas gringas, los productos gringos, casi mismito como si estuviéramos allá. Me imagino que eso es para que los que retornan no sientan nostalgia del norte. San Salvador es una Miami chiquita, o más bien una California chiquita que es la que esta más cerca de aquí y adonde se va la mayoría de la gente que emigra al norte. Es una ciudad que uno no se imaginaria, sobretodo si nos dejamos guiar por los estereotipos que en el sur tenemos sobre Centroamérica: países pobres, ciudades pequeñas, coloniales y rurales. Pues aquí no se ve nada de eso. La ciudad, muy bien organizada, a lo gringo, con calles amplias, arborizadas, casas tipo chalets con grandes jardines, algunos edificios aunque no muchos, pero si muy modernos, y centros comerciales y más centros comerciales, todo a la gringo. Un centro de la ciudad propiamente no tienen. Hay uno pero que esta tomado por los informales, la basura y la inseguridad. Así que al centro no se va. Tampoco vale mucho la pena porque todo vestigio de arquitectura colonial ha sido metódicamente borrado por los terremotos, el “progreso” y la tugurización de la que ha sido victima a través de los años antes, durante y después de la guerra.
Curiosamente este país se ha ido quedando sin historia. No solo la desaparición de los vestigios de la colonia, pero también de su pasado pre-colombino. En una encuesta que vi en televisión con motivo de las fiestas patrias, ninguna de las personas entrevistadas en la calle fue capaz de dar nombres de los próceres patrios, o la letra del himno a la bandera, aunque todos si iban a festejar en el feriado del 15 de Septiembre. ¿Sera que también festejan “Labour day”, Halloween y Thanks Giving Day? Tampoco tienen símbolos nacionales que podrían formar algo así como la base de la identidad; la música, la comida o el folklore. De hecho hasta hace poco tampoco tenían un Ministerio de Turismo! Solo tienen un producto nacional que los identifica claramente: las “Maras”, esas pandillas de muchachos que fueron deportados de los “Estados” (como le dicen aquí) y llegan al país a reproducir sus modelos de comportamiento y sus redes de solidaridad. Pero aquí, con odio, me imagino que odio a los locales y odio a la situación de tener que vivir lejos de su norte, sin poder regresar… Bueno, por lo menos legalmente, porque estos son en su mayoría nacidos en USA, pero desterrados en El Salvador. Como dirían aquí: “Vaya pues, que ironía mas cabal”.
¿Que si la guerra ha dejado huellas? Bueno, si las ha dejado, pero 20 años de paz le hicieron cirugía plástica de tal manera que ahora no se ven como se veían 20 años atrás. Todo ha recibido una capa de pintura, hasta la historia, y ahora las cosas no se ven de manera tan atroz como se las veía antes. Sobretodo porque ahora los “muchachos” están en el poder. Bueno, no se si tan en el poder como en el “querer”; porque en 100 días de gobierno han querido hacer mucho, pero como de costumbre, no lo han podido hacer. Pero ahí van. Ojala que esta monumental tarea que les espera por delante, recuerden que también tienen que recuperar la memoria.