17 de marzo de 2009

Liberia: reiventando un país

Cuando se llega a la capital de Liberia, Monrovia, se aterriza en el aeropuerto internacional “Roberts” que ha estado ahí desde los años 60. Nada ha cambiado salvo el cajero automático ubicado a la salida pero que no funciona. En los 60 era nuevo. Ahora ya no lo es. Lo que tengo ante mi es un pequeño edificio de una sola planta y no más grande que una casa de familia, con una pista bien pavimentada, solo porque la guerra hizo que esta fuera re-pavimentada para que pudieran operar aviones y helicópteros de las NNUU, que aún se pueden ver estacionados por decenas a sus costados. Pero todo lo demás ha quedado igual, o sea las 3 casetas donde los funcionarios de inmigración revisan los documentos y la pequeña área donde llega el equipaje. Entonces imagínense lo que sucede cuando uno de esos aviones grandes de pasajeros aterriza: se arma un lío tal que duramos casi dos horas en salir de ahí. Como el aeropuerto queda a 56 kmt de la ciudad, nos acomodamos bien en la camioneta y nos dispusimos a conocer esta parte de África, a través de los vidrios oscuros del cómodo vehículo con aire acondicionado. Afuera el mundo bullía de gente aunque casi sin animales. La gente anda a pie y no a lomo de algún animal, como en los países árabes o los nuestros. Aquí, probablemente, los animales ya se los comieron todos. El camino, perfectamente bien pavimentado, nos llevó a través de arrozales y plantaciones de caña y banano hasta la ciudad. Monrovia comenzó a insinuarse en sus suburbios, los cuales, como todos los suburbios, un amontonamiento de casas construidas sin ton ni son, con basura en las veredas y gente apiñada en las calles vendiendo o comprando algo. De los suburbios llegamos, aparentemente, al centro de la ciudad donde ahora veíamos un amontonamiento de casas, construidas también sin ton ni son, con basura en las veredas y gente apiñada vendiendo o comprando algo, pero, con uno que otro edificio de 7 u 8 pisos totalmente en ruinas y con agujeros de balas en sus murallas. Hasta que finalmente llegamos a “Mamba Point”, el barrio elegante de Monrovia, donde se encuentran los 3 hoteles para “internacionales”, las oficinas de las ONGs y las embajadas. Y aquí, una vez más, encontramos un amontonamiento de casas, construidas sin ton ni son, etc.etc. Pero esa noche no nos toco la “suerte” de llegar a uno de esos tres hoteles porque, dada la urgencia de nuestro viaje, no se pudo reservar nada. Aquí la comunidad internacional hace cola para venir y la capacidad hotelera no alcanza para acomodar a tanto huésped. Así que tuvimos que ir a otro “hotel nuevo” pero dentro de una comunidad internacional diferente; la de los nuevos futuros dueños de este país: el hotel “La Gran Muralla China”. Y si, porque este lugar se esta llenando de chinos…de china… que ni siquiera hablan ingles. Desde la recepción todo es chino. Las tres recepcionistas negras vestidas con trajes típicos chinos, se veían bastante exóticas, pero los chinitos detrás de la recepción se veían bastante fuera de contexto. Las habitaciones, aparentemente bastante nuevas, ofrecían aire acondicionado, TV e Internet. ¡Lo que nunca nos dijeron es que los manuales para todo eso estaban en chino! Así que nos toco llamar a las recepcionistas, que tampoco leían chino, quienes llamaron a un chinito… que no hablaba ingles, para que nos pusiera a funcionar todo. En realidad la Internet nunca funciono y los canales de TV eran solo en chino, así que no quedo mas remedio que bajar al restaurante chino del hotel, mirar el menú en chino (que a Dios gracias tenia fotos que se podían mirar en español), ordenar con señales la comida al mesero chino, comer y pagar una cuenta que venia en chino, ¡pero con números en ingles! Porque eso si, los chinitos serán chinos pero cuando se trata de plata si se hacen entender. A la mañana siguiente, luego de ducharnos con una gota de agua y de desayunar en chino, salimos de ese lugar porque habían encontrado habitación para nosotros en el “Crystal View Hotel”, uno de los tres “paraísos” refugios de la comunidad internacional. No es que fuera radicalmente diferente de lo que habíamos visto en el hotel chino, pero por lo menos aquí si había agua corriente, Internet … más o menos, televisión … más o menos ¡e instrucciones en ingles! ¡Ah! Y vista al mar… Hay que decir que en un lugar como este tener esas cosas es un lujo. Una ciudad en la que el sistema de agua y alcantarillado fue totalmente destruido. El agua se consigue acá, con un camión cisterna que viene dos veces por día a llenar el tanque del hotel, y que la gente del vecindario viene a recoger la que se fuga de la manguera con la cual el camión llena la cisterna. Así que, básicamente, para que algo funcione en este hotel de $150/noche y donde una pizza vale $20 y un omelette $8, hay que estar reparando y supliendo permanentemente las fallas de los servicios. Pero, eso si, la vista desde la terraza, donde funciona el café - restaurante, sobre un mar plano y sin olas, es hermosa. Desde ahí se ve el horizonte (y Jamaica en un día claro), las canoas con remos que pasan veloces y los barquitos con velas multicolores, seguramente hechas con telas locales, que pasan atiborradas de gente, en dirección al puerto. Claro que también se ve, a lo lejos, el puerto, y más cerca, un barrio marginal con nombre marginal, y una calle más o menos pavimentada por donde trepan penosamente carros y camiones viejos para llegar a Mamba Point que esta en la cima de una colina, uno de los lugares mas altos, y por lo tanto aireados, de la ciudad. Y ahí, frente a esta terraza esta la “Roca del Pipi”: una roca pequeña, al lado de una palmera, donde se paran carros y caminantes… ¡a orinar! Me imagino que será por la inspiración que les ofrece la vista sobre el mar. Prohibido orinar, o la guerra del pipi La primera cosa que impresiona cuando se recorren las calles de Monrovia, es la cantidad de carteles en las murallas prohibiendo orinar en ese lugar. Vimos uno en el que se anunciaba: “al que se orine aquí le será cortado el pito” Lo segundo que impresiona es la cantidad de basura regada por todas partes. Bueno, de hecho la basura casi no se recoge, sino que se deposita en contenedores abiertos donde luego se la quema a pesar que diga en estos “favor no quemar basura aquí”. Y por último, sobretodo impresiona son los muchachos, jóvenes a los que les falta una pierna o un brazo, pidiendo limosna … o robándose lo que puedan arrancarle a uno de estos blanquitos internacionales que están aquí para “ayudar” a reconstruir lo que la locura de una guerra destruyó. No olvidemos que una de las poblaciones mas victimizadas por esta guerra fueron los niños, los famosos niños soldados, obligados a empuñar fusiles para combatir en una guerra cruenta, sin saber quien era el enemigo y envalentonados por las drogas que les daban a consumir para desarrollar su agresividad. Esto niños son ahora jóvenes lisiados que vagan por las calles, sin destino, sin ayuda, y con una mirada triste en los rostros donde alguna vez hubo ferocidad y muchas veces crueldad inducida por individuos sin alma, y sin perdón para la humanidad. En las calles, llenas de gente, como corresponde a este tipo de mundo, si se escucha música, pero no mucha ni muy fuerte como se acostumbra en nuestro Caribe tropical. Aquí la música crea un ambiente de alegría que trata de suplir el dolor y el estado emocional creado por 14 años de guerra que solo se acaba de terminar hace 4 años y de la cual nadie quiere hablar ni tan siquiera recordar. Las heridas están demasiado frescas y no acaban por cicatrizar. El entorno físico no hace más que recordarle a la gente eso: edificios destruidos, paredes con agujeros de bala a pesar de que el gobierno le diera una mano de pintura a los edificios oficiales para disimular los daños, e incluso, el palacio presidencial aún en obra de reconstrucción. Esta atmósfera es completada por los alambres de púa que coronan los altos muros que protegen cada vivienda, las barricadas callejeras que salvaguardan los lugares donde hay embajadas o agencias internacionales, y el complicado laberinto de barreras metálicas por los que hay que zigzaguear para circular por la calle que pasa frente al “complejo habitacional” de la embajada americana. Todo nos dice constantemente que una cruel y sangrienta guerra acaba de terminar y que ahora comienza otra. Una titánica labor para devolver a este país a lo que fuera algún día, años atrás… Volver a inventarlo otra vez.