2 de junio de 2008

Partir es morir un poco...

Sudán, el granero de África. Cuando uno piensa en partidas, en finales y en el momento en que deja un lugar, unas personas que se conocieron, hay un sentimiento de nostalgia como un atardecer tornasolado entre las arenas del desierto. ¿Suena bonito verdad? Bueno, la realidad aquí fue muy diferente. Las últimas dos semanas de cierre del proyecto y mi partida fueron marcadas por la convergencia de todos los defectos, y solo algunas cualidades de este pueblo y este lugar...África una vez más. La verdad es que desarrollar cualquier proyecto de asistencia en este lugar es difícil, básicamente porque no hay leyes ni reglamentos claros. Es un poco como dirían los franceses “según la cara del cliente”. En este caso el cliente era rico: era el gobierno americano. Normalmente, según la ley de cooperación sudanesa para cerrar un proyecto hay que pagar al personal todos sus haberes, entregar un inventario de los equipos y saldar todas las cuentas. Todo sonaba fácil, pero en este caso no fue así. Todo comenzó en una primera reunión con Mr. Mutasim Elgasim, director de la Oficina de Relaciones con ONGs internacionales, y la autoridad en el Ministerio de Asuntos Humanitarios que tiene el control (y el poder) sobre las agencias de cooperación que deseen trabaja en el país: que pueden hacer y como lo deberían hacer. En pocas palabras, tiene el control sobre los hilos de la “bolsa”, no la de él por supuesto, sino la nuestra... Como buen funcionario de un país africano, comenzó su discurso acusándonos de haber llevado a cabo actividades que atentaban contra la seguridad del Estado y anunciándonos que, como tal, éramos susceptibles de recibir los peores castigos considerados por la ley. Esa era el punto número uno. El punto número dos, pese a que la ley laboral establecía un tipo de paquete de compensación para el personal local que terminaría su trabajo con nosotros, su oficina reclamaba un paquete diferente, seis veces mayor para cada empleado (básicamente 6 meses de sueldo) además del mes de compensación por año trabajado que era lo único que en principio exigía la ley... Y ahí comenzó todo el lío. Las dos semanas que siguieron fueron una batalla entre la legalidad del sistema y la legalidad creada por esa oficina (“la ley la hago yo y punto!”). Todo esto reforzado con el elemento “motivador” para que nos apuráramos en tomar una decisión: “Hasta que esto no se arregle no tendrán la autorización para salir del país”. Éramos, básicamente, rehenes del Estado. Para ayudarnos a tomar una decisión lo mas rápido posible, “y así poder salir del país” se nos comenzó a amenazar con investigaciones sobre el programa de educación cívica y democrática que estuvo realizando el proyecto durante los dos años de actividad en el país. Las preguntas eran entonces del tipo: “cuantas armas le dieron a los movimientos de insurgencia”, “cuanto dinero le dieron a los partidos de oposición” etc. lo que, como se podrán imaginar, tuvo un efecto maravilloso sobre nuestro estado de animo. Como después de todo este era un proyecto financiado por el gobierno Americano, recurrimos a la embajada, porque estábamos verdaderamente asustados, dado el tono de las amenazas. Mientras tanto preparábamos una respuesta (básicamente pagar), y un plan “B”, por si las amenazas continuaban, que consistía en salir soplados en un vuelo “charter” y de manera clandestina por la misma ruta que hice cundo fui a las fuentes del Nilo azul, y donde sabia por experiencia propia que no habría control alguno. Con todo eso en la mano fuimos a anunciar que finalmente íbamos a pagar al personal que inicialmente había sido nominado para esta compensación, o sea a la gente de las oficinas del norte. Recordaran que este país ha sido dividido en dos, el norte y el sur con gobiernos separados y leyes diferentes. Este anuncio, en vez de calmar las cosas, no hizo más que desatar el caos que nos atropelló toda la semana siguiente. Resulta que las leyes laborales aquí son bastante vagas, y evidentemente todo el mundo las interpreta a su manera. La regla general sin embargo es una: En caso de litigio con tus empleados, si eres una ONG extranjera, ellos siempre ganan. Los locales tienen otras maneras de lidiar con esta situación; usan sus influencias con la burocracia para sacarse el lío de encima y ya! Claro, también todo esto es herencia de un Estado que llenó a su clase trabajadora de prebendas y privilegios: las vacaciones, las compensaciones, las horas extras etc., etc. todo maximizado y fuera de proporción. De ahí que cualquier persona busque tener un contrato de trabajo para sentirse seguro, ya que luego de haber trabajado 3 meses en una empresa, queda asegurado de por vida; no se le puede despedir porque las compensaciones que se le deben pagar son enormes y ahorcarían a la empresa. La noticia que los gringuitos iban a pagar, por supuesto corrió como pólvora y en los días siguientes toda persona que durante estos dos años tuvo alguna relación de trabajo con nosotros, aunque fuera de unos pocos meses o que hubiese sido despedida (con sus compensaciones por cierto), vino a golpear a la puerta, no de la oficina nuestra, sino a la de Mutasim. Hasta un señor que había sido despedido por haberse robado 5 mil US de la caja del proyecto vino a reclamar su indemnización por cierre del proyecto! La lista seguía creciendo. Y claro, como en las películas de John Wayne, finalmente ¡llegaron los marines! ... pero tarde. El daño ya estaba hecho. La intervención de la embajada, tratando de proteger a ciudadanos americanos de las amenazas del gobierno de Sudan, no hizo mas que caldear los ánimos y adoptar una actitud mas intimidante, no con amenazas políticas sino con el tema que no saldríamos nunca de aquí, porque además de pagar al personal ahora habría que verificar el inventario hasta su mas mínimo detalle, esperar que el seguro social donde depositábamos las compensaciones laborales diera el resultado de su auditoria para saber si se había pagado todo, en fin todo lo que podría dilatar la resolución de nuestra situación estaba ahora sobre la mesa. Es curiosa la manera de enfrentar estas situaciones que tiene la gente aquí: se habla, se habla, se eleva el tono de la voz (el sonido del árabe se presta mucho para dar la impresión que la gente esta furiosa) pero al final del momento todo el mundo te sonríe, te da la mano y te dice que no tienen nada contra ti. Además “they never take no for an answer” (nunca toman un no como una respuesta). Todo es negociable hasta el final. Así que no tuvimos más remedio que pagar 325,000 dólares en compensaciones. Mutasim feliz; ¿seria por el bienestar de los empleados? Craso error. Ya faltando dos días antes de obtener el permiso de salida, que en principio estaban por darnos (todas las demás investigaciones fueron “milagrosamente” olvidadas, incluyendo las del seguro social), cayó a la oficina de Mutasim la gente del sur a pedir lo mismo que le habíamos dado a los del norte. Y si, el país será grande y estará divido en dos, pero no tan grande ni tan dividido cuando se trata de plata. Y nuevamente se armó la pelotera. Por supuesto hubo que pagar. Hasta el abogado que trabajó 4 horas para nosotros durante un periodo de 5 meses quería sus 6 meses de compensación. Curiosamente en este caso hubo acuerdo que “eso ya era abuso”, y ahí si no pagamos. Seguramente el abogado se olvido de negociar la “comisión” con Mutasim antes de venir donde nosotros. En este caso el error fue suyo. Bueno, pero a la final, no era más que dinero... Y, de alguna manera, sentía que después de todo los que se va del sur para el norte, esto no era más que una “recuperación” de fondos para quienes han dado tanto y recibido tan poco... Y si, finalmente la parte grata de todo esto fue que con ese dinero Kadiya, la señora de la limpieza pudo comprarse su casita en Etiopía, y que Waleed, mi chofer, pudo comprarse media casita en Khartoum (los precios son ridículamente altos) y que Mohammed Suleiman, uno de los asistentes pudo finalmente tener dinero para desarrollar su consultorio de servicios veterinarios al cual se dedicara de ahora en adelante. Si, porque detrás de toda esta historia, aparentemente de conspiraciones políticas, siempre hay el otro lado, el lado humano el cual, afortunadamente, no me perdí... gracias a la gente, a mi gente, a ese grupo de individuos que trabajaron conmigo y cuyas vidas logré tocar a pesar de la brevedad de nuestra relación. Finalmente, cada uno vino a verme, a pedirme disculpas por el incidente (que no había sido idea de ellos, por supuesto) y a contarme lo que harían con el dinero que acababan de recibir. Todos vinieron a decirme lo importante para sus vidas que estaba siendo ese “bono inesperado”...salvo uno que me dijo directamente que con ese dinero pensaba vivir hasta que se le acabara y que después de eso, ahí vería. Creo que tenia ancestros latinoamericanos! Hasta que llego, al día siguiente, el momento de partir. En realidad salí apenas tuve la visa de salida, adelantando mi partida un par de días antes de lo planeado, en caso de que algo más sucediera... No hubo tiempo para grandes manifestaciones a pesar que algunos de mis ex empleados fueron a dejarme al aeropuerto (y aún me llaman por teléfono de tanto en tanto). Solo una última recorrida nostálgica por la ciudad y los lugares que fueron parte de mi cotidianidad: la oficina, el ministerio, la tiendita de la esquina, la mezquita cuyo imán me despertaba 5 veces por día con sus llamados a la oración “en mi oreja”, gracias a su equipo de sonido nuevo, el señor que se sentaba todas las mañanas en la esquina de mi casa y que me saludaba afectuosamente (y de quien luego me enteré que era el mendigo del barrio, pero que no pide sino que se sienta ahí y la gente que lo conoce le da caridad, una de las obligaciones del buen musulmán. Hasta que llegamos al aeropuerto, con sus pistas llenas de aviones de las Naciones Unidas y aviones de carga que traen constantemente la asistencia extranjera para alimentar a la gente del país que ha sido considerado desde la época de los Egipcios como “el granero del África”. Porque esa es, finalmente, la gran ironía de Sudan.