12 de febrero de 2009

Gibraltar: el estrecho que une dos mundos

La región que se extiende al oeste de Tetuán, 60 Km. de costa, que va hasta Tánger, me hizo comprender la diferencia que existe entre una barrera y un puente. Toda esa región es lo que se conoce como el “Estrecho de Gibraltar”. Los Andes, tal como se presentan por ejemplo en Chile y Argentina, constituyen una barrera. Es una enorme muralla que se yergue como un obstáculo para cruzar de un lado al otro, y que hay que salvar de una manera u otra. Eso era muy claro hace 50 años, cuando no había conexiones aéreas, y Chile quedaba totalmente aislado de Argentina (y del resto del mundo) durante el invierno, cuando la nieve cerraba el paso por las montañas. Bueno, Gibraltar, o el estrecho de Gibraltar, del cual se dice que “separa” África de Europa, cuando se le recorre y conoce resulta evidente que, más que una barrera, es un verdadero puente. Gibraltar, o “Djebel al Tarik” (Cerro de Tarik), como muchos deben saber, toma su nombre por Tarik, el conquistador de España en 711. Lo que no muchos saben es que Tarik no era árabe sino Amazigh o berebere, que eran los pobladores originales de las montañas de Marruecos. Djebel significa cerro e indica la prominencia mayor en la región, el famoso peñón de Gibraltar. A la altura de Tetuán y Ceuta el estrecho tiene ocho kilómetros de ancho y en Tánger trece. O sea que todo el tiempo se esta viendo la costa al otro lado…y por lo tanto lo que esta pasando en ese otro lado. Bueno, eso era antes, porque ahora el “otro lado” ya esta de este: España, en más de una manera, se tomó el norte de Marruecos. Saliendo de Tetuán por la carretera de la costa, hacia el oeste, lo primero que se encuentra es el famoso palacio de verano del rey, donde va a hacer jet ski. Es por eso, además que, Tetuán, de ser una ciudad sucia y dormida en las montañas del Rif (que es el nombre de esa cadena montañosa), se transformó en una moderna urbe por donde pudiera pasar el rey sin sentirse avergonzado por ver pobreza y suciedad. Y no exagero. Todo el mundo me confirmó que el progreso de Tetuán se debe a eso: por la pasada del rey por ahí para llegar a su palacio de verano, o al menos uno de ellos. Luego de ese punto, el palacio del rey, solo se ven modernos conjuntos habitacionales del mas puro estilo “mediterráneo”; “Casa del Sol”, “Hotel La Playa” y otra cantidad de nombres, todos ellos en español, que le hacen a uno cambiar radicalmente de panorama. Ya no estamos más en Tetuán, en ese mundo fusión entre España y el norte de África. Ahora estamos en plena Costa del Sol, Costa de Oro u otro de los balnearios que, del otro lado del estrecho, acogen a cientos de miles de turistas de toda Europa. No será de extrañar que algún día a toda esta región se la conozca con el nombre de “Costa” de alguna cosa. Y así, súbitamente estamos en Europa, sin haber cruzado ninguna frontera, caminando por rutas europeas, con señalización europea y construcción típicamente mediterránea, Española, hasta que llegamos a una frontera. De la nada y luego de una curva en el camino, asoma una península con un paso fronterizo en su entrada: Esta en Sebta, o Ceuta como se le llama en español. Y eso si que es España. Súbitamente estamos frente a una frontera en pleno territorio Marroquí. Si, porque Sebta (voy a respetar la ortografía del país huésped) es un “enclave” español desde hace siglos, en esa parte de la costa nor-africana. Sebta, junto a Melilla (cerca de la frontera con Argelia) eran inicialmente puertos de comercio, refugio de piratas, en fin, de todo, que durante siglos impuso la presencia de España, luego que los “árabes” (que en realidad no eran tales sino Marroquíes, bereberes y otros, fueran obligados a dejar el territorio peninsular, como todos sabemos, dejando tras ellos su civilización. De esta manera la entrada a la península donde se encuentra Sebta, ciudad pujante, esta cerrada por una barrera migratoria tan difícil de franquear como el aeropuerto de Barajas en Madrid. Con decir que a mi, por el hecho de haberme detenido a mirar el lugar (y tomar a la distraída algunas fotos), vino la policía a preguntarme que estaba haciendo ahí y que por favor circulara. De alguna manera me hizo pensar a algo parecido que viviera en la zona del canal de Panamá cuando aún estaban los gringuitos en control. Entrar a Sebta implicaba una demora tan larga que desistí, a pesar de mi pasaporte comunitario. Seguro que lo iban a mandar a investigar para saber de donde mismo nomás era, como dicen en Ecuador; es decir, si era falso o verdadero. Porque en esos lugares todo puede pasar, y de hecho pasa... y no es solo contrabando. Sin embargo la gente sigue haciendo filas interminables para entrar en Sebta a trabajar o a comprar cosas de origen europeo aunque me decían que recientemente, con la política de libre importación de un gobierno marroquí, deseoso de ser aceptado en la comunidad europea, ya casi todo se consigue en Tetuán o en Tánger. Así que no me toco más que seguir mi camino hacia Tánger, por la “ruta de los molinos de vientos”, pero del siglo XXI, que coronaban la cima de esas increíblemente hermosas montañas que rodean el mediterráneo con sus masas calcáreas, creando una vez más esa fusión entre lo moderno y lo tradicional que caracteriza a este país. Hacia mucho tiempo que no me sentía tan subyugado por un paisaje, como el que tenia ante mis ojos. Ya habíamos salido nuevamente de la zona “turística europea” y la ruta, un camino angosto y sinuoso, aunque pavimentado, pasaba ahora por pequeños caseríos y poblados al borde del mar, con sus niños en calzoncillos bañándose en pequeñas calas, o playitas rocosas, teniendo siempre al frente… Europa. Pero, como todas las cosas en esa parte del mundo, esta romántica ruta, súbitamente, y luego de una curva del camino, se ve “perturbada” nuevamente por otro “acontecimiento civilizatorio”: El puerto modelo de Tánger, el que, a unos 30 Kms. de Tánger pretende ser la puerta de entrada para el comercio de Europa a esta parte del mundo. Y como todas las cosas de nuestra civilización occidental, tan funcional y horrible que del impacto se me olvido tomar fotografías. Y de eso si que no me arrepiento. Así que seguí camino, sabiendo que estaba ya cerca de Tánger y de todas esas historias de mi infancia y juventud. Me acuerdo que cuando vivía en Buenos Aires, en mi juventud, una expresión común para indicar que una persona estaba al “fondo del hoyo” era decir que iba a “terminar en una zanja en Tánger”. Eso era porque los cómics de la época, esos de detectives y crímenes y aventuras de antes que llegara la tele, en su ultimo cuadro pintaban siempre al “malo de la película” (que afortunadamente siempre perdía, no como ahora), muerto, en una zanja, con el brazo estirado y la mano retorcida en un espasmo final. Nosotros, todo lo que hacíamos, era solamente ubicar la escena…en Tánger…ese lugar perdido en el mapa, del que solo me separaban ahora 20 kms de un paisaje hermoso, colgado de una montaña, bañada por el mediterráneo y mirando de frente a Europa, casi con orgullo. Llegar a Tánger, por lo menos por la Ruta de Tetuán, es una verdadera desilusión! Uno que pensaba en llegar a esas calles tortuosas con gente en las zanjas con los brazos extendidos y las manos crispadas, se encuentra con lo que vi: Edificios súper modernos bordeando esas playas súper sofisticadas, en fin nada que ver con lo que tenía en mente. Recorrí esa parte de la ciudad en silencio ya que me encontraba en un lugar que no tenía nada que ver con nuestros sueños de juventud romántica. Esa parte de Tánger es to-tal-mente moderna. Pero no moderna, moderna. Es moderna como Dubai, como Singapur, en fin; muy pero muy moderna. Y uno entonces se pregunta: ¿Y que pasó con el Tánger de la “zanja”, con el Tánger de esas películas de los 50 que hicieron historia?... Afortunadamente existe la paciencia y la perseverancia… Seguí mi camino hasta que llegue al puerto donde por lo pronto me perdí. Me perdí en sus callejuelas y recovecos por donde apenas podía pasar el carro. Y así, de repente, me encontré con un mundo totalmente diferente…el mundo que yo esperaba: Tanger, o Tingis (Tanjah en arabe), ciudad fundada en el siglo V A.C. por Fenicios de Cartago, usando el nombre de Tingis o Tinga, diosa muy popular entre los bereberes de aquellos tiempos (lo que demuestra que estos estaban ahí antes que nadie más), diciéndome “¡aquí estoy con toda mi historia y mi fascinación! Y ahí me encontré con Tetuán, con Rabat, con Fez con todo ese Marruecos que había estado recorriendo. Ahí estaban las películas de los 50 la gente en la zanja con el brazo estirado…y la arquitectura francesa de la colonia junto con la influencia española de fines de la colonia. Porque Tánger es todo eso, es Humphrey Bogart, la legión extranjera y Gauddi en una sola película…y eso es lo que hace el “charme” de Tánger…como siempre. Tánger, si Neruda lo hubiese conocido, seguro que habría escrito un poema sobre el. Si, porque Tánger se parece de alguna manera a Valparaíso. No solo por las montañas que caen directamente sobre el mar dejando apenas un par de calles de plano para asentar el puerto, sino por ese aspecto arrabalero de sus calles colgadas en cerros cargados de leyendas, historias y misterios. Todo es posible en esa ciudad…o a lo mejor no. Pero sin conocerla a fondo, y sin haber vivido ahí, todo parece posible. Por eso, cuando uno recorre sus calles uno no puede dejar de imaginarse historias, que son por lo demás confirmadas por el ambiente que en ellas se respira: Trafico de droga, trata de personas, de emigrantes clandestinos y otras que hacen a su fama desde la antigüedad. Pero, como todas las cosas, Tánger tenía que quedar atrás… Así que seguí mi camino regresando a Rabat, dándole la vuelta al cabo, la punta, el lugar donde el Atlántico se encontraba con el Mediterráneo: el Cabo Spartel y las Columnas de Hércules, que ese era el nombre que los Griegos le dieron a Gibraltar en la antigüedad. Ya había salido de la fascinación del mediterráneo y me encontraba nuevamente mirando las costas de América, desde la otra orilla. Marruecos finalmente no es nada de lo que uno se podría imaginar: no hay camellos y no es verdaderamente desierto. Tiene nieve pero no para esquiar. ¡Y ciertamente no son árabes, pero ni por asomo! Son poblaciones que tienen sus raíces pero mucho, mucho antes que los árabes existieran como pueblo o nación. Ahora, lo más interesante es que todas esas mezclas crearon lo que ahora es Marruecos… Y lo más interesante aún es que todo eso que es Marruecos es lo que paso a España y se quedo por 5 siglos, creando eso que es lo que vino a conquistarnos a América; un pueblo mucho más rico en cultura que lo que podríamos sospechar por lo que llegó aquí. Sin embargo, en todo caso para mí es seguro, pero segurísimo que regresaré a Marruecos a explorar esa misteriosa, aún, parte de mis raíces.

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