30 de octubre de 2007
Kurmuk, después de la guerra
La Terminal del aeropuerto de Kurmuk, es un árbol. En realidad no es solo un árbol; además hay un tractor que esta ahí para jalar a los carros, a los 4x4 que se quedan enterrados en el barro. A unos pocos metros hay un par de chozas, pero eso ya es propiedad privada. Sin embargo desde las chozas, con un poco más de perspectiva, se puede ver la pista de tierra donde acabamos de aterrizar, luego de 3 horas de viaje en una avioneta de 4 puestos (además del piloto, ¡gracias a Dios!) que entre saltos y resbalones logró detenerse justo al final de la pista antes de entrar de lleno en el pastizal que venía más adelante. Como el pueblo de Kurmuk, capital del distrito (o Estado como le dicen aquí) del Nilo Azul queda a 8 Km del aeropuerto, sobre la frontera con Etiopia, nos vino a buscar la camioneta del proyecto. Y de regreso, nos tardamos 1 hora en recorrer esa distancia, sí, en la camioneta, no a pie. De más esta decir que el camino a Kurmuk es la carretera que va a Damosin, el pueblo siguiente, también capital de otro Estado, y que ha estado interrumpida desde hace tres meses por las lluvias. Son 190 Km, que hoy solo los puede hacer un tractor en 4 días con un trailer que la arrastra. El recorrido es precioso, una montanas muy lindas, preludio de otras majestuosas que a lo lejos perfilan el paisaje etiope. Lástima que no se pueda pasear por ellas. Están minadas… Kurmuk es ahora una ciudad de unas 10,000 personas, 1.500 soldados que no se ven y unos 1,000 Pakistaníes de las NNUU que no se dejan ver. Eso sin contar con los “cooperantes internacionales” que se encuentran diseminados por doquier, tratando de mimetizarse con la población. Si, porque los que llegan ahí, o mas bien, los que mandan ahí no son los expertos bien pagados sino que los jovencitos que han sido convencidos que ahí es precisamente el lugar desde donde pueden comenzar a cambiar el mundo… Y entonces se van, y se visten como jóvenes trabajadores del desarrollo: pantalones de lona con muchos bolsillos, camiseta tipo remera sin mangas y sandalias. Ellos, en general, despeinados y con una barba incipiente. Ellas con faldas largas, la misma camiseta con tirante y “hawaianas” o chancletas de goma o como se las llame a esas sandalias que se usan para andar en la playa. Ese es el paisaje humano en Kurmuk. Pero esta el otro lado de la moneda en esta historia. Lo que realmente representa Kurmuk. Ese pueblito ha sido, durante la guerra entre el norte y el sur, -guerra olvidada por la prensa internacional porque competía con una más mediática en Etiopia-, el reducto desde donde el ESPLN (Ejército Sudanés Popular Liberación Nacional, actual gobierno), el ejército rebelde del sur, arrancó con su ofensiva que, finalmente, y muchos años después, le permitió conquistar todo el territorio que ahora domina en sur Sudán y que es del tamaño de Ecuador. Decididamente este país es inmenso. Por eso, el pueblo, una hermosa y pequeña ciudad con calles bien trazadas y edificios coloniales británicos de una planta, fue salvajemente bombardeado, despoblado, vejado y humillado, pero nunca derrotado. No quedó un solo edificio en pie, ni siquiera el hospital. Casi totalmente abandonada, la población se refugió principalmente en Etiopia, pero ahora que la guerra ha terminado y que la gente se regresa y sigue regresando, el pueblo esta convirtiéndose en ciudad. Los combatientes en soldados aburridos, la población en pobres y hambrientos y la fuerza de paz de las NNUU en un dolor de cabeza. Y todo ese mundo convive en medio de una ciudad en la cual hay que adivinar sus calles, donde no hay casi negocios, y en que las carpas, principal forma de habitación, se pelean los espacios habitables con las chozas tradicionales de la población original, aquella que no fue a ninguna parte, aquella que supo que había guerra porque los aviones llegaron y arrojaron sus bombas en el pueblo y que vieron a esos soldados pelear por alguna razón que aún les resulta desconocida. Los soldados del ejército rebelde, ahora no hacen nada. Solo salen en la mañana a hacer su formación, comen un día sí y otro no, porque el ESPLN no tiene dinero para alimentarlos y cada dos meses hacen una revuelta disparando algunos balazos al aire porque no les pagan los sueldos. La gente recibe asistencia de las organizaciones internacionales: el programa mundial de alimentos les trae comida, la OMS campaña de inmunización, otros, letrinas y, los irlandeses, les traen cerveza y pozos de agua… todo liquido…
Los soldados de la fuerza de paz son un contingente Pakistaní que viven en un campamento a un kilómetro fuera del pueblo, totalmente autónomo y sin tener contacto con nadie. Tienen su propia comida, su propio helicóptero, sus propias maquinarias, luz, habitaciones, cine y piscina, pero no comparten eso con nadie y ni siquiera se les ve. Pareciera que el campamento esta desierto, pero no se equivoquen, están ahí, ahí dentro…manteniendo la paz…con el ejemplo. ¿Será que se pasan el día meditando?
En el pueblo, perdón, ciudad, porque tiene su propio palacio de gobierno donde funciona la oficina del comisionado, que nunca esta ahí, por supuesto, no hay luz, no hay comida, no hay agua, no hay alcantarillado, pero si hay Internet. La densidad de VSats es tan alta como en una base de la NASA. Y claro, todos estos trabajadores del desarrollo tienen que comunicarse con sus organizaciones y mandar los informes de avance. De avance sobre como van “ejecutando sus programas” que es, básicamente, como van gastando el dinero de sus presupuestos de manera que al final del año fiscal hayan alcanzado las metas establecidas en el gasto y poder así pedir más dinero para el año que viene.
Esa es otra de las innovaciones actuales del trabajo en desarrollo: estos jovencitos, con sus barbas incipientes y camisetas de tirantes, andan todos con sus portátiles y sus thurayas (teléfonos vía satélite para los ignorantes del desarrollo), caminando por el pueblo para ir a la próxima reunión de coordinación. ¿Coordinación de qué si finalmente cada uno hace lo que se le viene en gana?… A su agencia de cooperación internacional?…
Básicamente la reunión de coordinación es una manera de poder salir de la oficina y ver a otras “personas”, o sea a otra gente como ellos, con quienes hablar ese particular lenguaje: el “proyectegio”, lenguaje desarrollado por el mundo de cooperación para el desarrollo, en el cual, cada quien habla como si estuviera leyendo un informe. Es ese idioma que para decir “yo construí un centro de salud”, se dice: “luego de un diagnóstico participativo en el cual se establecieron los ejes de desarrollo de la comunidad, se identificó como prioridad el construir un centro comunitario multi-funcional con el fin de maximizar y racionalizar el uso de los insumos destinados a la cobertura en salud”. Lo interesante de este lenguaje es que es como el Esperanto: combina todos los otros idiomas del mundo, de manera que cualquiera puede ser usado para hablar en este nuevo slang.
Y bueno, nosotros también hicimos nuestro trabajo de supervisión y fuimos a nuestra oficina. Ahí nos esperaba el agente local, un ingeniero local, o sea de Sudan, que básicamente se estaba sacrificando en ese lugar por el sueldo que le pagamos que es 4 o 5 veces superior al que ganaría trabajando para una empresa nacional. Desde luego insistió en que fuéramos a ver los proyectos y que los documentáramos: así que fuimos a ver el centro de computación y zas!, foto, la bomba de agua y zaz! foto, el pozo séptico comunitario y zas!, foto. Claro, yo, de repente le tomaba fotos a la gente, a las casas, a esas hermosas mujeres con sus telas súper coloridas, a esos hombres altos y esbeltos frente a sus chozas, y la verdad es que el ingeniero me miraba con cara de para-que-pierde-tiempo-fotografiando- esas-huevadas…
Luego con gran orgullo nos llevo a una visita al centro de cómputos: el Telecentro local. Ahí, una hindú jovencita, que podría haber salido del Campus del MIT en Boston, nos habló en “proyectegio” para contarnos como ellos apoyaban la construcción de una sociedad mas democrática por medio de la capacitación en TICs (tecnologías de información y comunicación digitales) a los diferentes estratos de la sociedad civil. Eso, traducido al español, quiere decir nada más que daban cursos de computación a la gente de por ahí. “¿Y a que gente?”, le pregunto. “A empleados de gobierno”, me responde ella. “¿A quienes?”, le vuelvo a preguntar. “A los que trabajan en la oficina del comisionado”. “¿Y que les enseñan?”, pregunto una vez más. “Word, spreadsheets en Excel, que les encanta porque ahora pueden hacer sus informes en Excel”. “¡Ah, que bien!…” Me encantaría ir a visitarlos para ver como les va… Pero es que no están, porque el comisionado anda fuera de la ciudad. Pero, a ver lo equipos por lo menos… Bueno, es que computadores todavía no han llegado, no hay presupuesto para su adquisición…
Así, mientras nos encaminábamos en la 4X4 y en lo que nuestro ingeniero local llamo “The NGO Road”, porque en ese camino están las oficinas de todas las agencias de cooperación que trabajan en la ciudad, yo me hacia la siguiente reflexió: he aquí un pueblo de mierda convertido ahora en ciudad, capital de una administración que nunca esta ahí, con helicóptero propio pero que no lo puede usar nadie, con un tanque quemado y desarmado en medio de un potrero que hace las veces de parque principal, con Wi Fi y Vsats, sin agua potable pero con alimentos regalados por el PMA, en medio de una tierra preciosa y exuberante pero que nadie cultiva (¿para qué si la comida cae del cielo?), y donde la gente, me imagino que para entretenerse, se dedica al pequeño comercio, no se de que, con su vecinos de Etiopia, a 300 metros de ahí, al otro extremo de la calle principal.
Finalmente, llegamos al último destino de este tour para ver la obras de desarrollo: la nueva bomba de agua, o como se llame esa cosa, ese un grifo con una palanca que se sube y se baja para sacar agua. Bueno, ahí estaba, en medio de un potrero, con algunas chozas alrededor, unos patos que se salpicaban en la charca recién creada por el agua que ahora surgía de ese tubo de metal…Y, por supuesto, con toda la población, unas 50 personas, sentadas bajo la sombra de un hermoso árbol esperando a por la inauguración. Tenían cara de estar ahí desde hace un buen rato, pero sucedían dos cosas: la primera, que el grifo ese no se podía inaugurar aún porque no encontraban el sticker de la agencia donante, para la foto que irá en el informe; la segunda, que el jovencito, el jefe de proyecto local, estaba demorado porque tenia una conferencia telefónica con la oficina central, en algún país europeo.
Así que ahí estaba la gente, sentada, esperando, con cara de inauguración, con sus ropas coloridas, con alguien que tocaba el tambor, ensayando la cancioncita que tocaría en la inauguración, mientras un par de animadores locales, una chica con una camiseta que decía “use letrinas” y otra con alguna otra frase “concientizadora” se paseaban, haciendo amistad con todos, como una manera, me imagino, de desempeñar su labor de animación socio-cultural. Hacia mucho calor, y quien sabe cuando el irlandecito ese, el de la conferencia telefónica se iría a desocupar, y teníamos que tomar el avión de regreso antes que la lluvia que comienza a las tres de la tarde y que nos anclaría en ese lugar. Así que, emprendimos el camino de regreso.
Salimos por la NGO road, hasta llegar al camino principal. Doblamos a la izquierda y luego de pasar por las enormes carpas-depósitos del PMA y las del PNUD, entramos nuevamente en la carretera a Domesin que nos llevaría al aeropuerto. Ahí, en el lapso de una hora, en la que recorrimos los 8 kilómetros de vuelta, pasando por las chozas esas cuyo techo de paja ha sido impermeabilizado enrollando en ellos plásticos que llevan el rotulo de UNICEF, y el chiquito que vende galletas en la carretera donde no transita nadie, y el tractor con acoplado que saldrá a Domesin con su carga que recorrerá los 190 Km. en 4 días, llegamos finalmente al Árbol Terminal, esta vez nacional, del aeropuerto de Kormuk, la capital del Estado del Nilo Azul.
Allí estaba el avión, bien cerrado, bien achicharrado por el sol, esperándonos para retornar. El piloto, acostumbrado a esas andanzas, se dedicó a su rutina: abrir el avión, mirar la pista para ver si no habían animales en ella, patear el suelo par ver si seguía seco, pedirnos que subiéramos rápido porque había que despegar, prender y calendar motores, carretear al final de la pista y comenzar el recorrido sobre esa tierra roja par a ver si nos podíamos elevar.
Todo salio bien y logramos despegar. Afuera todo seguía igual.
El Mapa fue tomado de http://www.infoplease.com/atlas/country/sudan.html
Kurmuk,Sudán
viernes 26 de Octubre, 2007
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