13 de enero de 2008

Sudán: tierra de encuentros, tierra de conflictos

Entre mas viajo por Sudán, más fascinante me parece este país, confluencia de culturas y continentes. Es el lugar donde África y el mundo “más al norte” se encuentran y se han encontrado desde siglos atrás.
Desde la época de los egipcios esta región, conocida como Nubia, fue un lugar de visita, de comercio y de colonización. Nubia dio dos faraones a Egipto y recibió la “visita” de Ramses II, quien construyó una ciudad en el norte, dedicada a la gloria de su nombre. La ciudad se llamó Ramses, por supuesto.
Luego vinieron los Griegos, después los Romanos, quienes dejaron, todos, algo. Que uno una ciudad, otro un puerto de comercio, alguno más uno que otro templo. Pero todos se llevaron también algo: marfil, oro, piedras preciosas, etc. Se dice que por aquí vivió la reina de Saba y que por aquí también quedaban las minas del rey Salomón, este último, honor que se pelean con sus vecinos etíopes. Otelo es Nubio y la opera Aída tiene relación con la guerra de conquista de Nubia por parte de los faraones egipcios. Posteriormente vinieron los árabes y más tarde los turcos, quienes curiosamente no dejaron gran presencia por aquí. Y esto por una razón: los árabes fueron considerados en estas tierras como los portadores de una refinada cultura y civilización. Sabemos que los árabes, entre otras cosas, venían para “cazar” negros y llevárselos como esclavos al norte. Lo que es menos sabido es que esto fue casi como una convivencia mutuamente aceptada: los grupos negros veían a sus amos árabes con buenos ojos porque se llevaban a su gente, pero les daban una vida decente, los cuidaban, los alimentaban, les daban educación y por último una posición. Crónicas del siglo XVIII y XIX escritas por sudaneses hablan de su gente siendo llevada a Egipto e integrada en el ejército Turco (y luego inglés), los famosos regimientos sudaneses, bien comidos, bien armados y que luego de su servicio se podían retirar con una pensión vitalicia, claro, si lograban sobrevivir tanto tiempo. Sudán siempre fue una tierra de encuentros y por lo tanto una tierra de conflictos. Los grupos negros y los árabes, pero también los grupos pastores y los agricultores, los de tierras desérticas del norte y los de las tierras tropicales del sur. Pero esos encuentros, y esos conflictos, siempre fueron modulados y limitados; de un pueblo venían al del lado y se robaban unas mujeres. Entonces los aparecían y se robaban ganado. Las batallas siempre terminaban cuando había un muerto y nada más. Y luego los perdedores se sentían en el derecho de venir y matar a uno de los ganadores. Y así coexistieron “pacíficamente” durante siglos de siglos. Claro, ahora, con el advenimiento de la ametralladora, todo cambio no se si para mejor. Por lo tanto, para conocer y entender Sudán hay que romper los esquemas que ofrece la televisión de que las guerras actuales no son entre negros y árabes. Todos son negros. Tampoco es entre los musulmanes del norte contra los cristianos del sur. Si bien en el norte hay una gran mayoría de musulmanes, en el sur la mayoría no es cristiana; es animista, musulmana y un 5% de cristianos. Y finalmente, las guerras o movimientos más o menos armados que se dan en todas las regiones del país, no son guerras entre diferentes tribus sino que son las regiones que tratan de una manera u otra de hacer oír su voz para que la gente de la capital les de un poco de bola y de recursos, de este país inmensamente rico pero, ahora, mal manejado.
Sí, porque en cada lugar, en cada ciudad que he visitado, siempre alguien se ha encargado de contarme como fue ese lugar hace 50 años, en la época de los ingleses. Estas ciudades eran bellamente construidas, ordenadas, casi elegantes, con sus jardines bien cuidados, sus calles pulcramente pavimentadas, la gente paseando por sus veredas, en fin, un lugar mucho más “civilizado” que lo que aparece ahora. Pero eso si, recalcan, no todo fue obra del colonizador inglés; no, Sudán era un país de gente refinada, culta y civilizada. Y aun se puede ver eso. Te hablan de los hombres vestidos con jellabas[1] y turbantes impecablemente blancos, y sus mujeres envueltas en paños de vivos colores de las universidades y las escuelas, donde venía mucha gente de África y medio oriente a recibir instrucción. Recuerdan que los taxis en Khartoun eran buenos carros, pintados de blanco con chóferes impecablemente vestidos con librea y guantes blancos y “que sí conocían las calles y sabían como ir adonde tu les indicaras.” Ese es el Sudán que quieren que uno sepa que existió.
Nagwa, mi colega en El Fasher, al pasar frente a una escuela me dice: “cuando yo fui a la escuela todo funcionaba e incluso teníamos un laboratorio de ciencias. Ahora no hay ni libros”. Y agrega: “cuando me recibí en la U éramos 11 los que se graduaron en mi promoción. Ahora son 700, ya no hablan inglés y el nivel profesional es mucho más bajo que antes… ¡Eso es lo que hemos conseguido en todo este tiempo de cambios!” ¿Y qué paso? Lo que paso fue una revolución “socialista” que echó a los comerciantes indios “como en Uganda”, dicen, y que terminó con la pequeña industria; que nacionalizó todo y puso al Estado a manejar la economía. Luego vinieron algunas dictaduras militares casi todas, (que solo sirvieron para que los nuevos grupos en el poder se enriquecieran), para terminar con este gobierno que se dice islamista, que impuso la Sharia o Ley islámica, cuyo efecto fue que Khartoum ahora sea la ciudad más aburrida del mundo. Hace 20 años atrás, esta ciudad-puerto fluvial era encantadora y cosmopolita, con sus cafés, sus restaurantes y una rica y variada vida cultural, al decir de todo el que la conoció. Ahora es una ciudad congestionada, con calles rotas y de tierra, salvo las avenidas principales, con basura sin recoger, -aunque no peor que en nuestras grandes ciudades-, y con problemas urbanos de todo tipo producidos por el progreso, en mal manejo y la corrupción. Aún no hay el nivel de criminalidad que tenemos en nuestras capitales porque la ley y la sociedad islámica, menos evolucionada que la nuestra, logra mantener vivos esos mecanismos de control y solidaridad que ya hemos perdido, gracias al progreso. Sin embargo en regiones como Darfur, donde el conflicto ha traído la asistencia internacional, lo que era antes puro conflicto, ahora se esta transformado en criminalidad. Decididamente, no se puede frenar el progreso.
Sin embargo Sudán tiene una gran diáspora viviendo en el exterior: médicos, científicos, intelectuales, escritores, pintores, viviendo y contribuyendo con su aporte en lugares como Nueva York, Londres o Paris. También son la mano de obra que mueve la construcción en Egipto o los servicios en Arabia Saudita y en los países del golfo, a pesar que la construcción aquí la hacen obreros traídos por las compañías chinas de las Filipinas o Bangla Desh. Varios millones dicen. Suena conocido, ¿no? Y ahora la pregunta del millón: ¿Que conocen los sudaneses de nuestro continente latinoamericano?
La primera cosa con la que asocian nuestro continente es con el fútbol, del cual son absolutamente fanáticos. Maradona, por supuesto. Pero también, América Latina es la tierra del Che, de Fidel y de Allende; debe ser el pasado socialista de los 70. Claro que no saben muy bien de que país son; “¿Brasil? ¿Argentina?” Otro personaje famoso es Escobar, sobre quien saben que fue una especie de Robin Hood para los pobres de ese continente, (“dejó mucha obra, ¿no?”). Se interesan por saber mas de nuestros países: “¿Y en tu país cuantas tribus hay y como se llevan?” Siempre conocieron México y ahora conocen Venezuela por el presidente “García” que es tan enemigo de Bush. Y saben de esa música que bailan en Argentina, ¿Cómo se llama? Ah, tango, si. Y conocen y leen a García Márquez (¿Sabias que están haciendo una película con su vida?) y a Isabel Allende. No tiene idea de cómo es el clima y se lo imaginan como el de Estados Unidos. “¿Hace mucho frío allá? Porque yo estuve en Chicago y hacia un frío de pelar.” Por lo tanto se asombran que yo no tenga problemas con el calor. Kadiya, la señora que lava y plancha mi ropa y limpia el apartamento donde vivo, me pregunto una vez: “¿Usted vive en un país caliente? Porque tiene ropa muy delgada, como para un clima como el de aquí…” “¿Conocen el maíz y las papas allá en sus países?... Porque aquí son muy populares…”. Dije que si, y no que eran originarias de allá, no sea que vayan a creer que soy Argentino… Y si, porque en el fondo, los sudaneses son como nosotros; las mismas aspiraciones, los mismos problemas, los mismos gobernantes, las mismas frustraciones. ¿Será que vivimos en el mismo continente? [1] Generalmente usados por mercaderes, funcionarios del gobierno y generales retirados.

No hay comentarios: